miércoles, 22 de febrero de 2017

UNA GRAN AVENTURA: LA MUERTE. ALICE A. BAILEY.

      
Alice Bailey, fue una escritora y esoterista muy destacada, que nació en Manchester en el año 1880 y dejó su cuerpo en Nueva York en 1949, muy joven entró en la sociedad teosófica en la que estuvo unos cuatro años y de la que se salió entre otras cosas para sentirse más libre frente a la obligación que esa sociedad le imponía de seguir absolutamente las directrices del maestro. A partir de entonces se entregó en cuerpo y alma a la difusión de los escritos que telepáticamente recibía de un maestro de la Jerarquía espiritual del planeta, al que ella llamaba el Tibetano, y cuyo nombre real era el de Djwal Khul. Entre los libros que agrupan esta transmisión destacan entre otros el “Tratado de los siete rayos”, “Del intelecto a la intuición” y “Tratado de magia blanca”. Según una declaración que el Tibetano hizo pública en el año 1934 reside en los confines del Tibet en donde preside un grupo numeroso de Lamas tibetanos, y su misión principal era y es enseñar y difundir el conocimiento de la Sabiduría Eterna. Dicho lo cual, ofrecemos a continuación, por su interés, algunas de las palabras que le fueron dictadas por este Maestro a Alice A. Bailey, y que están recogidas en su libro “Una gran aventura: la muerte”:

“Nuestro presente ciclo es el fin de la era; los próximos doscientos años verán la abolición de la muerte, tal como ahora comprendemos esa gran transición, y el establecimiento de la realidad de la existencia del alma….Nuestras ideas sobre la muerte han sido erróneas. Hemos considerado a la muerte como terrible final, pero en realidad es la gran evasión, la entrada en una más plena actividad, y la liberación de la vida desde el vehículo cristalizado y la forma inadecuada…La muerte puede mejor ser considerada como la experiencia que nos libera de la ilusión de la forma…El ser humano al abandonar el cuerpo físico continúa siendo una entidad viviente y consciente…continúa su existencia en un mundo más allá del físico y que vive, está despierto y es consciente…

El temor y la morbosidad que el tema de muerte comúnmente evoca y la poca disposición para encararlo con comprensión, se debe a que la gente pone demasiado énfasis sobre el cuerpo físico, a la facilidad de identificarse con él y a que está basado en el temor innato a la soledad y a la pérdida de las cosas familiares. Sin embargo, la soledad que acontece después de la muerte, cuando el ser humano se encuentra a sí mismo sin un vehículo físico, no tiene comparación con la soledad del nacimiento. Al nacer, el alma se halla en un nuevo ambiente…sin recordar la identidad, o lo para él significa el grupo de almas en esos cuerpos con quienes está relacionado; esta soledad desaparece gradualmente….

Después de la muerte no sucede lo mismos, porque el ser humano encuentra en el más allá a quienes conoce y se vincularon con él en la vida del plano físico, y nunca está solo, como el ser humano entiende la soledad; también es consciente de los que poseen aún cuerpos físicos; puede verlos, captar sus emociones y también sus pensamientos…Si la gente tuviera mayor conocimiento, temería a la experiencia del nacimiento y no a la de la muerte, porque el nacimiento encierra al alma en la verdadera prisión y la muerte física es sólo el primer paso hacia la liberación”



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