Al
principio eras una chispita de conciencia que, emanada de Dios,
Había
decidido recorrer todo un camino, el camino que va de sentirse siendo nada,
(Y a esto
se le llama involución), hasta llegar un día a reconocerse como la totalidad
De Dios (
y a esto se le llama evolución). Para hacer esto tomaste un cuerpo
Y te
hiciste una imagen, ambos como tu tabla de salvación a la que cogerte y
aferrarte.
Y te
olvidaste de esa chispita, tu ser, que con la voluntad de ser alguien
individual
Formó lo
que es tu alma. Naciste así a esta realidad aparentemente separada
Para
crecer en conciencia y evolucionar con todo tu potencial: la semilla de Dios.
Pero tan
en serio te cogiste tu forma, tu imagen y lo que se convirtió en tus personajes
Que
dejaste de reconocerte ya como alma y te quedaste con el vehículo cuerpo-mente.
Tu alma
quedó así extraviada, igual como lo está la pequeña piedrecita
Perdida
en el interior de una inmensa bola de nieve que se fuera haciendo
Mientras caía, rodando y rodando (esto es el vivir) ladera abajo, hasta el
valle.
Ahora, en
vez de la “piedrecita-alma”, creemos ser la “bola de nieve-personajes”
A la que
cuidamos, defendemos, le dedicamos todo nuestro tiempo y energías,
Alimentamos
con posesiones, importancia personal, barreras frente a los demás, etc..,
Basados
siempre en el temor al otro o a que se quede sin sus insaciables necesidades,
O lo que
es peor, a que se muera, y con ella todo lo que creemos erróneamente ser.
Ahí
reside el origen real de todo sufrimiento: en el olvido y alejamiento de
nuestro ser
Y de
aquello a lo que habíamos venido: crecer en conciencia y evolucionar.
Ahora que
ya sabemos nuestra historia podemos empezar el rescate del alma-piedrecita,
Mirar dentro y sentir, por fin, el pálpito y la presencia de nuestra identidad divina.
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