Osho
es el nombre que adoptó Bhagwan Shree
Raneesh. Nació en Kuchwada, al norte de la India, en 1931. Pensador, sabio
y maestro indio, perteneció a una familia de condición humilde que profesaba la
religión jainí, estudió filosofía en la Universidad de Sagar y durante nueve
años dio clases también de filosofía en la universidad de Jabalpur, durante los
cuales viajó por toda la India dando conferencias y cuestionando a los
religiosos más ortodoxos en debates públicos. A los veintiún años alcanzó la
iluminación. La contundencia y radicalidad con que afirmaba y defendía sus
principios le granjearon no sólo una gran cantidad de seguidores y admiradores
sino también de adversarios e incluso enemigos. Residió en Estados Unidos entre
1981 y 1985, año en que fue expulsado de este país. En su obra hay influencias de
Freud, Buda, Confucio, Gurdieff y Tagore, y está reunida en 650 volúmenes que han sido traducidos a
treinta idiomas. Tal es la repercusión que su pensamiento ha tenido y tiene en
nuestro mundo que el Sunday Times le ha considerado “uno de los mil artífices
del siglo veinte. Dejó su cuerpo en 1990. Precisamente de su volumen “El libro
de la vida y la muerte” hemos tomado las siguientes palabras:
“Has
nacido, pero a menos que renazcas en tu ser, no estás vivo, nunca vives…Nacer
es necesario, pero no suficiente…Es muy raro cruzarse con una persona viva: Un
Buda, un Jesús, un Kabir…están vivos…quienes están vivos nunca hacen la
pregunta: ”hay vida después de la muerte”…Una vez que sabes qué es la vida, la
muere no existe…No has tocado la vida, y por ello existe el miedo a la
muerte…La muerte no puede existir en la naturaleza de las cosas…pero esto no
puede comprenderse teóricamente, hay que alcanzar esta experiencia
existencialmente…
Quien
conoce la la vida sabe que la muerte es otro nacimiento, y nada más. La muerte
es otro nacimiento; una nueva puerta se abre. La muerte es el otro lado de la
misma puerta que llamas nacer: de un lado la puerta se llama morir, del otro
nacer…aunque esto no significa gran cosa para ti a menos que sepas qué es la
vida..Nacéis, pero no acabáis de hacerlo. Por eso es necesario un renacimiento;
debéis nacer dos veces. El primer nacimiento es únicamente el nacimiento
físico, y el segundo es el auténtico: el nacimiento espiritual. Debeis llegar a
conoceros, a saber quiénes sois. Debéis haceros la siguiente pregunta:¿Quién
soy yo? ¿Y por qué no indagar enla propia vida mientras ésta está presente?...
La
muerte no es más que un descanso…un tremendo descanso, un descanso necesario.
Tras toda una vida de esfuerzos y cansancio, uno necesita un gran descanso. La
muerte es regresar al origen, como en un sueño…Cada noche morís una muerte
pequeña. Lo llamáis sueño….Por la mañana volvéis a estar llenos de brío y
entusiasmo, repletos de vida…La muerte es un gran sueño, un gran descanso tras
toda una vida. Os revive, os refresca, os resucita….No te preocupes por el
cielo o el infierno, son sus estados psicológicos. Si vives en la mente, vives
en el infierno. Si vives en la no-mente vives en el cielo.”
Estas enseñanzas de Osho
me parecen un auténtico privilegio, pues llegan y tocan profundamente
nuestro corazón, en donde resuenan y vibran porque en él las reconocemos como
verdaderas. No valen de nada si se convierten en un montón más de información y
de datos que sumar al inmenso bagaje de testimonios y teorías que sobre la muerte existen,
tampoco valen si las tomamos exclusivamente vía intelectual por mucho que las
aceptemos y las creamos, ya que al no haber salido de nuestro interior y por lo
tanto de nuestra alma, cuando llegue el momento del tránsito que todos
tendremos que hacer se esfumarán igual como vinieron. Porque sólo cuenta,
cuando de lo que se trata es de lo esencial o existencial, aquello que hemos
sentido por dentro, vivido o experimentado, que es lo que nos aporta auténtica
sabiduría.
Es muy importante, pues, y Osho lo recalca mucho, no creer sino experimentar, no pensar sino
sentir, no tener conocimientos sino ver, y sobre todo saber, con un saber que
no viene de fuera hacia nosotros y de forma indirecta a través de tal o cual
instructor, maestro o religión, ni siquiera a través de esta o aquella
escritura por muy sagrada que se tenga, sino que nace de nuestra misma alma que
es la que ya está en contacto con la verdad buscada y anhelada. Nadie, que no
entre en el silencio más profundo de su corazón, allí donde su ser divino y
real se manifiesta y se hace patente, podrá alcanzar jamás a reconocer estas
verdades que hablan de nuestra inmortalidad y señalan lo que es la vida, porque
nuestra mente no entiende nada en este terreno, es incapaz de rozar siquiera la
inmensidad de lo que afirmamos, del mismo modo que con un tenedor es imposible
tomar un poco de agua. Y es que, la sabiduría, la única que es capaz de
liberarnos del olvido, del error o de la ignorancia en que estamos metidos sólo
se encuentra en nuestra propia conciencia, fruto de ella y con ella
identificada.
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