martes, 28 de febrero de 2017

CONTACTOS CON EL MÁS ALLÁ

El padre François Brune, una de las personas que más ha seguido las investigaciones en todo el mundo sobre las ECM y muy en particular sobre la comunicación con los que partieron a través de medios electrónicos, escribe en su espléndido libro “Los muertos nos hablan” (Ed. Edaf, p.13) que a la luz de lo que hoy ya se sabe, fruto de tantas investigaciones y testimonios “lo más escandaloso es el silencio, el desdén, incluso la censura ejercida por la ciencia y la religión respecto al descubrimiento, sin duda, más sensacional de nuestra época: que existe la vida después de esta vida y que podemos comunicarnos con los que llamamos muertos”.

No vamos a desarrollar ahora el rico y variado mundo de los contactos que muchas personas han tenido o tienen con quienes ya dejaron esta dimensión, pues hablaremos con cierto detalle en el siguiente capítulo; sí señalamos en cambio, que la comunicación entre los que se fueron de nuestro plano y nosotros ha encontrado diversas formas de darse, unas espontáneas y sin ser pretendidas desde “aquí”,  mientras que otras han sido y son buscadas intencionadamente por muchos medios. Los contactos espontáneos se dan normalmente entre personas que no están ni siquiera pensando ni, en principio, queriendo comunicarse con los “fallecidos”, y así, de repente, pueden encontrarse con alguna o varias de las siguientes manifestaciones que les hacen saber sin dudarlo que están con ellos; por ejemplo: sienten su presencia, oyen su voz, huelen determinado perfume que los identifica, ven su imagen, algo se modifica de su entorno, surgen en nuestros sueños de una forma muy vívida, etc…

Existen otro tipo de contactos que son intencionados y pretendidos, aunque es cierto que a veces se dan también de forma inesperada, nos estamos refiriendo, por ejemplo, a la llamada transcomunicación instrumental o TCI, que se da a través de medios técnicos. Uno de los pioneros, allá por los años cincuenta, en este campo, es Friedrich Jürgenson quien empezó a grabar y estudiar lo que él consideraba voces del más allá, o sea, las famosas psicofonías.

No obstante, digamos que fueron dos sacerdotes católicos, Pellegrino Ernetti y Agostino Gemelli, -este último el fundador de la universidad católica de Milán-, los primeros en grabar psicofonías en cinta magnetofónica, en una de las cuales aparecía supuestamente la voz del padre del mismo Gemelli quien le decía que siempre estaba con él. Ambos clérigos le informaron del suceso al papa Pio XII quien aceptó que se trataba de un hecho de gran trascendencia.

Por otra parte, Giugliemo Marconi, el inventor de la radio, y Thomas Alba Edison, quien patentó la bombilla eléctrica o el fonógrafo, declararon su interés por encontrar la forma de comunicarse por medios técnicos con el más allá; Edison,  concretamente, llegó a decir que se encontraba trabajando en un aparato que pudiese llegar a realizar semejante sueño.

Pero, existen otras formas de contacto como son la ouija, la escritura automática, etc. En todo caso, vale recordar que siempre la  prevención, la prudencia, el equilibrio, cierto distanciamiento emocional, no dejarse llevar sin más por lo que pueda surgir, y, sobre todo, no entrar en terrenos que uno no sepa con seguridad que puede controlar, deben ser requisitos a tener muy presentes. Porque no son pocas las personas que han sufrido daños, trastornos e importantes desequilibrios psicológicos, además de buenos sustos innecesarios, y eso, por adentrarse en terrenos que ni conocen ni, menos aún, dominan.
Estoy convencido de que el mejor contacto  es el que parte del corazón y hacia el corazón se dirige, o sea, de sentir a sentir, de alma a alma, sobre todo para transmitir y comunicar amor y luz, o en cualquier caso para recibirlos. Realmente uno siente, si está en armonía consigo mismo y se sitúa en su nivel más elevado, que la comunicación se puede establecer, es verdad, pero no precisamente de la forma como desde el mundo del ego se entiende, o sea, dando pábulo a nuestras chácharas y problemas personales en los que muchos equivocadamente pretenden involucrar a sus seres queridos que ya no están aquí, sino de ser a ser.

En el infinito mar de la conciencia divina todos estamos involucrados, entrelazados y unidos, pero no hay que olvidar que si no se encuentra la frecuencia y la sintonía adecuada todo lo que puede ocurrir es  además de inesperado producto seguramente de nuestra imaginación o fantasía. La vida continúa, así lo creo, pero por eso mismo cada cual la ha de seguir en el plano y según el propósito que su alma elige y tiene para cada momento. Hacer de los que se fueron un lastre para nuestra vida no es bueno ni sano ni para nosotros ni para ellos.

Aquí contamos con toda la ayuda espiritual que necesitamos si es esa la que queremos, nuestro ángel interior, es decir nuestro ser luminoso, que es lo que somos, está al quite de todas nuestras demandas, siempre; abrirnos a él nos hace crecer, nos da autonomía y, por supuesto fortaleza. Eso es lo que vale. Y con esas condiciones se evoluciona de verdad, lo demás nos infantiliza.

Por todo ello, personalmente creo que el mejor contacto al que podamos aspirar es al que se puede establecer con nuestro nivel superior, es decir, con lo divino que nos envuelve y que constantemente está descendiendo sobre nosotros. Eso sí que es real, y, desde ahí, ya podemos abrazar en la luz que somos a todos los demás, los que permanecen en nuestra dimensión o los que se hallan en otra.




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