El
padre François Brune, una de las
personas que más ha seguido las investigaciones en todo el mundo sobre las ECM
y muy en particular sobre la comunicación con los que partieron a través de
medios electrónicos, escribe en su espléndido libro “Los muertos nos hablan”
(Ed. Edaf, p.13) que a la luz de lo que hoy ya se sabe, fruto de tantas
investigaciones y testimonios “lo más
escandaloso es el silencio, el desdén, incluso la censura ejercida por la
ciencia y la religión respecto al descubrimiento, sin duda, más sensacional de
nuestra época: que existe la vida después de esta vida y que podemos
comunicarnos con los que llamamos muertos”.
No
vamos a desarrollar ahora el rico y variado mundo de los contactos que muchas
personas han tenido o tienen con quienes ya dejaron esta dimensión, pues
hablaremos con cierto detalle en el siguiente capítulo; sí señalamos en cambio,
que la comunicación entre los que se fueron de nuestro plano y nosotros ha
encontrado diversas formas de darse, unas espontáneas y sin ser pretendidas
desde “aquí”, mientras que otras han
sido y son buscadas intencionadamente por muchos medios. Los contactos
espontáneos se dan normalmente entre personas que no están ni siquiera pensando
ni, en principio, queriendo comunicarse con los “fallecidos”, y así, de
repente, pueden encontrarse con alguna o varias de las siguientes
manifestaciones que les hacen saber sin dudarlo que están con ellos; por
ejemplo: sienten su presencia, oyen su voz, huelen determinado perfume que los
identifica, ven su imagen, algo se modifica de su entorno, surgen en nuestros
sueños de una forma muy vívida, etc…
Existen
otro tipo de contactos que son intencionados y pretendidos, aunque es cierto
que a veces se dan también de forma inesperada, nos estamos refiriendo, por
ejemplo, a la llamada transcomunicación instrumental o TCI, que se da a través
de medios técnicos. Uno de los pioneros, allá por los años cincuenta, en este
campo, es Friedrich Jürgenson quien
empezó a grabar y estudiar lo que él consideraba voces del más allá, o sea, las
famosas psicofonías.
No
obstante, digamos que fueron dos sacerdotes católicos, Pellegrino Ernetti y Agostino Gemelli,
-este último el fundador de la universidad católica de Milán-, los primeros en
grabar psicofonías en cinta magnetofónica, en una de las cuales aparecía
supuestamente la voz del padre del mismo Gemelli
quien le decía que siempre estaba con él. Ambos clérigos le informaron del
suceso al papa Pio XII quien aceptó
que se trataba de un hecho de gran trascendencia.
Por
otra parte, Giugliemo Marconi, el
inventor de la radio, y Thomas Alba Edison, quien patentó la bombilla
eléctrica o el fonógrafo, declararon su interés por encontrar la forma de
comunicarse por medios técnicos con el más allá; Edison, concretamente, llegó
a decir que se encontraba trabajando en un aparato que pudiese llegar a realizar
semejante sueño.
Pero,
existen otras formas de contacto como son la ouija, la escritura automática,
etc. En todo caso, vale recordar que siempre la
prevención, la prudencia, el equilibrio, cierto distanciamiento
emocional, no dejarse llevar sin más por lo que pueda surgir, y, sobre todo, no
entrar en terrenos que uno no sepa con seguridad que puede controlar, deben ser
requisitos a tener muy presentes. Porque no son pocas las personas que han
sufrido daños, trastornos e importantes desequilibrios psicológicos, además de
buenos sustos innecesarios, y eso, por adentrarse en terrenos que ni conocen
ni, menos aún, dominan.
Estoy
convencido de que el mejor contacto es
el que parte del corazón y hacia el corazón se dirige, o sea, de sentir a
sentir, de alma a alma, sobre todo para transmitir y comunicar amor y luz, o en
cualquier caso para recibirlos. Realmente uno siente, si está en armonía
consigo mismo y se sitúa en su nivel más elevado, que la comunicación se puede
establecer, es verdad, pero no precisamente de la forma como desde el mundo del
ego se entiende, o sea, dando pábulo a nuestras chácharas y problemas
personales en los que muchos equivocadamente pretenden involucrar a sus seres
queridos que ya no están aquí, sino de ser a ser.
En el
infinito mar de la conciencia divina todos estamos involucrados, entrelazados y
unidos, pero no hay que olvidar que si no se encuentra la frecuencia y la
sintonía adecuada todo lo que puede ocurrir es
además de inesperado producto seguramente de nuestra imaginación o
fantasía. La vida continúa, así lo creo, pero por eso mismo cada cual la ha de
seguir en el plano y según el propósito que su alma elige y tiene para cada
momento. Hacer de los que se fueron un lastre para nuestra vida no es bueno ni
sano ni para nosotros ni para ellos.
Aquí
contamos con toda la ayuda espiritual que necesitamos si es esa la que
queremos, nuestro ángel interior, es decir nuestro ser luminoso, que es lo que
somos, está al quite de todas nuestras demandas, siempre; abrirnos a él nos hace
crecer, nos da autonomía y, por supuesto fortaleza. Eso es lo que vale. Y con
esas condiciones se evoluciona de verdad, lo demás nos infantiliza.
Por
todo ello, personalmente creo que el mejor contacto al que podamos aspirar es
al que se puede establecer con nuestro nivel superior, es decir, con lo divino
que nos envuelve y que constantemente está descendiendo sobre nosotros. Eso sí
que es real, y, desde ahí, ya podemos abrazar en la luz que somos a todos los
demás, los que permanecen en nuestra dimensión o los que se hallan en otra.
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