lunes, 13 de febrero de 2017

“NO PUEDE NADIE MORIR”. PARAMAHANSA YOGANANDA

   
Desde su nacimiento, hace ya más de cien años, Paramahansa Yogananda ha llegado a ser reconocido como una de las personalidades espirituales más ilustres del siglo XX. Nació en 1893 en la India y dejó su cuerpo terrenal en 1952; ha dado a conocer a millones de lectores la sabiduría perenne del Oriente a través de la ya celebre historia de su vida “Autobiografía de un yogui”. Fundó en 1920 la sociedad internacional “Self-Realización Fellowship” con el fin de diseminar sus enseñanzas en todo el mundo. Es uno de los místicos más grandes de los últimos tiempos, que dedicó muchos de sus esfuerzos a derribar las fronteras y los límites que separan a los humanos por su cultura, raza o religión y es también alguien que, como pocos, ha sabido marcar y señalar el camino del alma, que está en el corazón de todos los seres, el templo, como él mismo dice, donde habita Dios. A continuación, transcribimos algunos extractos de su libro “Donde brilla la luz”, editado por la referida “Self-Realisation Fellowship”, y en donde con una claridad muy grande habla sobre la falsedad de la muerte y la inmensa maravilla que nos espera después del “tránsito”:

“Cuanto les digo es lo que he experimentado personalmente….Al morir, nos olvidamos de todas las limitaciones del cuerpo físico y entendemos cuán libres somos. En los primeros segundos se experimenta una sensación…de temor a lo desconocido…pero después de estos breves momentos…el alma experimenta una gozosa sensación de descanso y libertad. Comprendes entonces que existes separado del cuerpo mortal…

Puesto que todos moriremos algún día, de nada sirve tenerle miedo a la muerte…No hay nada que temer…La muerte es sólo una experiencia destinada a enseñarte una gran lección: que no puedes morir…El estado que se produce después de la muerte es experimentado de manera distinta por cada ser humano, según haya sido el tipo de vida que tuvo mientras estuvo en la tierra…El hombre de bien que ha trabajado arduamente en la fábrica de la vida, penetra durante un breve tiempo en un profundo sueño, inconsciente y reparador, despertando luego en alguna región del mundo astral……En los reinos astrales existen colores y sonidos de los cuales la tierra nada sabe. Se trata de un mundo hermosos y digno de disfrutarse...infinitamente bello, limpio, puro y ordenado...Las imperfecciones propias de la tierra…no existen…, conservan una temperatura uniforme de una eterna primavera, con ocasionales nevadas de un blanco resplandeciente y lluvias de luces multicolores. Los planetas astrales están poblados de lagos opalinos, mares resplandecientes y ríos de arco iris….En la región astral las almas se encuentran vestidas de una túnica de luz…, no existe conflicto alguno entre el cuerpo humano y los sólidos, los mares, los rayos y la enfermedad. Ni  hay tampoco accidentes…Todas las fuerzas coexisten en paz y en una ayuda consciente…

Las almas viven en mutuo conocimiento y colaboración, respirando el gozo del espíritu, en lugar de oxígeno….Regocijándose  ante la naturaleza indestructible de la amistad, comprenden la condición inmortal del amor…Para los hombres que han cumplido con su deber, la muerte constituye una promoción a un nivel superior; y para los que han fracasado, significa una nueva oportunidad de superación en un ambiente distinto…”

Es una lástima que, desde pequeños, en la escuela, no se nos enseñen estas cosas sobre la muerte. Lo explica el que la humanidad se encuentre todavía en la fase de su evolución pegada a los sentidos y a la mente racional. Pero, en la medida en que nuestra conciencia sobre lo que somos crezca esto irá cambiando y, como consecuencia, todo temor sobre la muerte desaparecerá. La muerte que es la gran mentira ha condicionado ya demasiado nuestras vidas de manera negativa, acrecentando el temor a la misma vida, de modo que más que vivir lo que los humanos solemos hacer es sobrevivir, cosa que hacemos aferrándonos inútilmente a infinidad de cosas y de posesiones, con el fin de asegurarnos falsamente nuestra durabilidad en el tiempo.

La muerte no existe y por lo tanto nadie la experimenta, y el temor a la muerte se basa en una ilusión mental igualmente irreal, ello hace que nuestra vida la hayamos organizado y fundado sobre irrealidades que nos llevan a controlarlo, manipularlo y programarlo todo con el fin de garantizarnos un poco de seguridad, como si así estuviéramos alejando la muerte, lo cual no es cierto. La mejor manera de vencer el miedo a la muerte consiste en darnos cuenta de que no somos esta carcasa llamada cuerpo sino el espíritu inmortal que lo utiliza para experimentar y crecer durante una etapa más o menos breve de tiempo. Saber esto, comprobarlo y vivirlo nos sitúa en un camino auténtico de liberación que es el que nos conduce a la verdadera felicidad. Pero para conseguir esto tenemos que concienciar día a día lo que sí somos, que es esa conciencia o testigo que observa todo lo que hacemos a través del vehículo cuerpo y de los personajes que en cada momento interpretamos. Esto es necesario afianzarlo en nuestra conciencia para conseguir deshacer de nuestra mente la hipnosis y hábitos de siglos y siglos de existencias que nos llevan a creer una y otra vez que sólo lo externo, o sea nuestra personalidad cuerpo-mente, es lo real. Para lograrlo hemos de practicar y desarrollar la atención presente en y desde el testigo, alma o espíritu que no se identifican con nada mortal o pasajero que es lo que no somos.


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