martes, 14 de febrero de 2017

AUROBINDO: “NO SE MUERE, SÓLO SE PARTE”.

Nació en Calcuta en 1893, a los siete años fue enviado a Inglaterra donde profundizó en el conocimiento de la cultura de Occidente. Llegó a dominar las lenguas griega, latina, inglesa, francesa y alemana y fue un renombrado comentarista de los clásicos hindúes. Fundó un ashram en Pondicherry junto con Madre; en 1962 se retira para acelerar en su cuerpo la manifestación supramental. Una de sus más importantes obras es “La Vida Divina”, otra es “Savitri”, todas de un nivel intelectual y espiritual incomparable. Aurobindo es una de las cumbres más altas del pensamiento filosófico, así como del adentramiento y experimentación de la realidad espiritual, penetró como pocos en los planos superiores, a la vez que ha señalado los pasos a seguir hasta desarrollar una nueva humanidad basada en los principios de la vida supramental.   
De su libro “Renacimiento y karma”, editado por Plaza y Janés hemos entresacado (pags. 253 y stes.) los siguientes párrafos que nos ilustran sobre lo que ocurre realmente cuando “morimos” y en los pasos posteriores:

            “En el momento de la muerte, el ser…sale en su cuerpo sutil y va a diversos planos de existencia en los que permanece…hasta haber pasado por ciertas experiencias… resultado de su existencia terrestre…Los recuerdos sólo se mantienen por un tiempo, no hasta el renacimiento…las mismas personas a menudo se vuelven a encontrar una y otra vez en la tierra en vidas diferentes, pero sus relaciones son distintas…es posible entrar en contacto directo con los difuntos…Hay después de la muerte, un período en el que se pasa por el mundo vital y se vive allí durante un cierto tiempo…se agotan…los deseos y los instintos vitales que se tuvieron en el cuerpo. Tan pronto como uno descansa de estos…pasa a un estado de reposo… hasta el momento de asumir una nueva vida en la tierra…

A algunas personas les puede suceder que…no se den cuenta de que han muerto…el ser, antes de partir de este mundo físico en su cuerpo vital, permanece indeciso durante algún tiempo, que a veces puede llegar a ocho días, cerca del cuerpo o de los lugares en donde ha vivido…hasta un período máximo de tres años….El pesar y el duelo que rodea a los muertos obstaculiza su progreso…El cielo y el infierno son, a menudo, estados imaginarios del alma…

            …Algunos seres psíquicos entran en relación con el medio en que nacerán y con los padres desde el momento de la concepción y determinan la personalidad y su futuro en el embrión; otros no se unen hasta el momento del alumbramiento; otros incluso en un momento más avanzado de la vida, y, en estos casos, es una emanación del ser psíquico lo que mantiene la vida…las circunstancias del nacimiento futuro se determinan fundamentalmente en el momento de la muerte…lo que va a realizar en la próxima vida y…el carácter y circunstancias de la nueva personalidad.

            El alma nace para tener experiencias, para crecer y evolucionar hasta que esté en condiciones de hacer que el Divino se manifieste en la Materia. Es el ser central el que se encarna, no la personalidad exterior… En otro nacimiento creará para sí una personalidad diferente…Las energías serán orientadas en una nueva dirección para hacer lo que anteriormente no se hizo. El ser psíquico conserva la esencia de las experiencias pasadas,…Se puede tener una facultad de expresión poética en una vida, pero ninguna en absoluto, ni ningún interés por la poesía en la siguiente. Por otra parte, tendencias reprimidas, o frustradas, o imperfectamente desarrolladas en una vida pueden hacer su aparición en la siguiente…No se muere, tan sólo se parte”.

            La mejor manera de comprender lo que para Aurobindo representa la muerte es encuadrarla dentro de lo que para él es la Vida, única realidad existente. Todo es expresión de un doble movimiento que se produce desde la Conciencia Divina, primero en lo que sería propiamente una involución, por la cual el potencial de energía, sabiduría, amor y conciencia que es la expresión de Lo Real o Dios voluntariamente queda reducido, anonadado se podría decir, hasta extremos muy ínfimos de existencia en los reinos más bajos y elementales de la manifestación material, en niveles en los que la conciencia es prácticamente nula e inimaginable, a pesar de que esté también allí presente. Y desde ahí, a continuación, se inicia un segundo movimiento que ya es evolutivo, por el cual de manera ascendente y progresiva a lo largo de las formas y niveles que van de la materia, luego la vida, después desde ella y en ella la mente, hasta la aparición de la conciencia autorreflexiva en el ser humano se va recuperando el Origen, olvidado, desde el que se partió.

            Y esto, que explícitamente lo realizamos nosotros, se convierte en el sentido y propósito de nuestras existencias, hasta llegar a despertar a nuestra identidad real como seres divinos. Pero no para ahí la cosa en Aurobindo, sino que se trata de proseguir después hacia niveles nuevos de existencia hasta superar la misma expresión de la humanidad como la conocemos y dar así un salto evolutivo nuevo en nuestra especie para convertirnos en seres divinos, dioses en la Tierra. En todo este contexto, la llamada muerte no es nada relevante, sólo una puerta hacia un nuevo plano desde donde preparar nuestra siguiente encarnación y poder así continuar en cada uno y como especie el plan que hemos señalado. Y todo ello, en una vida sin fin.

            

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