William
W. Atkinson (1862-1932), más conocido por el seudónimo de Yogui Ramacharaka,
nació en los Estados Unidos, fue miembro del movimiento “New Thought” y uno de
los pioneros de la introducción del yoga en occidente. Publicó diversas obras,
entre las que destaca “Curso adelantado de filosofía Yoga” y “Hatha Yoga”,
también escribió el libro titulado “La vida después de la muerte” (Edit. Edaf) Aunque
Ramacharaka explica en este libro detalladamente lo que él mismo ha visto y
comprobado experimentalmente, advierte no obstante de lo imposible que es mostrar
a quienes no han actualizado sus facultades
psíquicas y espirituales hacerles comprender y ver lo que sucede después de
la muerte, tan difícil como explicarle a un ciego de nacimiento lo que son determinados colores o a alguien que jamás
haya probado el dulce lo que es el azúcar.
De
todos modos, y consciente de esta dificultad, nuestro autor les pide a sus
futuros lectores, o sea nosotros, que, a falta de experiencia interior propia
que nos permita reconocer lo que se les dice, no se entreguen con fe ciega a
sus palabras, que no es el modo adecuado de aprender y crecer, sino que, por lo
menos, si es que son prudentes, confíen, eso sí, en ellas, en espera de que la
aceptación definitiva la den cuando lo compartido aquí sea comprobado o
experimentado por nosotros mismos.
Sin
embargo recalca, que aunque no se puedan dar pruebas científicas, como la
ciencia occidental las reclama (hoy en día esto ya no sería exactamente así
dada la profusión de estudios, investigaciones y testimonios que superan con
creces los límites dentro de los cuales aquella se movía y que nosotros hemos señalado
en otros escritos), lo que él expone sí que puede ser visto por nuestra razón
cargado de cierta racionalidad e
incluso también, cada vez más, razonable, además de que, según advierte, las
partes de nosotros en contacto con nuestra alma que sí que conocen la verdad, más
pronto o más tarde la harán florecer en nuestro sentir más íntimo, de modo que
lo que antes sólo aceptábamos como un voto de confianza pase a ser
experimentado y tenido interiormente como evidente. Y encuadrado de algún modo
su enfoque, veamos ya lo que él textualmente dice sobre la muerte y el más allá:
“Estrictamente
hablando…no existe la muerte…Cuando el individuo es capaz de desprenderse
temporáneamente de su cuerpo físico y actuar efectivamente en los planos
ultraterrenos, le parece fútil y absurda toda discusión especulativa sobre la
vida después de la muerte…Dejad que el
alma hable por sí misma y escucharéis…”No hay muerte, no hay muerte, no
hay muerte. No hay más que vida, y esta vida es eterna”…El moribundo va
desprendiéndose poco a poco de su cuerpo físico y al expirar queda el alma
revestida del cuerpo astral …
…El
nacimiento en el mundo físico tiene muchos puntos de semejanza con el
nacimiento en el astral…Después de la muerte física permanece el alma dormida
en el cuerpo astral (hasta que) despierta
a la otra vida con tanta naturalidad como el capullo se abre en flor…Este
período de tranquilo sueño es para el alma lo mismo que la vida intrauterina
para el feto: duerme para cobrar las fuerzas que necesitará en la nueva
vida…Muchos no se dan cuenta de que han muerto y no aciertan a explicarse lo
que les sucede…Al sumirse el alma en sueño se le representa la visión
panorámica de su vida pasada…
Cuando despierta del todo, se halla el alma libre del
lastre de su personalidad. …libre de cuantos obstáculos la entorpecían y podrá
manifestar y expresar sin trabas las óptimas cualidades de su carácter…En los
planos superiores no necesita el alma brazos, piernas, manos ni
pies,...trasciende las limitaciones de la vida física…El plano en que el alma
despierta no es un lugar sino un estado o condición de existencia, una tónica
en la escala de energía vibratoria del mundo espiritual…No está sola. La
acompañan cuantas almas se hallan en simpática armonía con ella y se ve libre
del trato con las de tónica opuesta o distinta…vive muchísimo más feliz que en
el mundo físico…En el plano astral…no hay otro ambiente ni escenario que el
resultante de las formas, imágenes o representaciones mentales de las almas…El
plano astral es un plano de “ideación” y cada alma encuentra allí realizados
imaginativamente sus ideales…Muy poca diferencia hay entre las condiciones
intelectuales y morales del individuo antes y después de la muerte…
Tarde o temprano invade al alma el deseo de adquirir
nuevas experiencias y manifestar en nueva vida terrena sus adelantos en los
mundos astral y celeste…En consecuencia, se sume gradualmente en profundo
sueño, y cuando le llega la hora “muere” en el mundo astral como antes murió en
el mundo terrestre, donde al fin reencarna…en un ambiente y bajo condiciones
congruentes con su carácter.”
Cuando hayamos asumido con total
certeza, que la vida no termina, que la reencarnación es un hecho, que la
Tierra no es ni mucho menos el único lugar en donde encarnar y evolucionar, que
venimos aquí sólo por lazos kármicos que nos unen o atan a este planeta, a
ciertas tareas y compromisos, y a nuestros deseos y expectativas, nuestras
existencias cambiarán radicalmente, y eso se dará cuando estemos preparados
para ello, no antes. Entonces estaremos en condiciones también para ascender a
otros niveles y planos de realidad superiores, en otras vidas. Y cada muerte se
vivirá no como ahora de forma dramática o como si fuera una derrota, sino como
una auténtica fiesta de despedida. Morir será motivo de ilusión y alegría, el
término de una tarea ya cumplida.
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