Vicki,
es una mujer que nació de modo extremamente prematuro en 1951, tras un embarazo
de sólo veintidós semanas. Al nacer quedó ciega de por vida. En 1973, y a
consecuencia de un accidente de tráfico, se quedó en coma. Entonces, pudo ver,
desde lo alto, la furgoneta en que habían colisionado, y, luego, al ser
intervenida en el hospital, todo lo que a continuación sucedió, tal y como se
lo contó al investigador Kennet Ring,
y que Pim Van Lommel recoge en su libro “Consciencia, más allá de
la vida” (Atalanta, p. 57), desde donde nosotros, por su valor, lo traemos, a
estas páginas.
Precisemos
antes, que el Doctor Van Lommel, prestigioso cardiólogo holandés, después de
veinte años de estudiar sistemáticamente
las Experiencias Cercanas a la Muerte ha llegado a la conclusión de que
estas no pueden atribuirse a la imaginación, la psicosis o a la falta de
oxígeno, y de que los hechos evidencian que la consciencia es algo mucho más
vasto y complejo que el cerebro, y que sigue existiendo aunque cese toda
función cerebral. Dice también, que las funciones que antes hacíamos depender
de los sentidos físicos, como, por ejemplo, el ver, continúan igualmente. La
razón principal de que esto pueda ser así, afirma, es “la consciencia no
local”, que es independiente del cuerpo y “está en todas partes” en forma de
“ondas de probabilidad”.
He
aquí,pues, lo que contó Vicki,
primero sobre las condiciones de percepción que su ceguera le permiten, y,
después, acerca de su experiencia en el umbral de la muerte:
“Nunca
he visto nada: ni luz, ni sombras, nada. Mucha gente me pregunta si veo negro.
No, no veo negro. No veo nada de nada. Y en mis sueños tampoco tengo ninguna
impresión visual. Se trata exclusivamente de gusto, tacto, sonido y color. Pero
ninguna impresión visual de nada.
Lo
siguiente que recuerdo es que estaba en el Centro Médico Harborview,
contemplando todo lo que sucedía allí abajo. Y era terrorífico, dado que no
estoy acostumbrada a ver las cosas de forma visual, ¡porque nunca antes lo
había hecho! ¡Y al comienzo era algo espeluznante! Y entonces por fin reconocí
mi anillo de boda y mi pelo. Y pensé: “¿Eso de ahí abajo es mi cuerpo? ¿”Estoy
muerta o qué?. Ellos no paraban de repetir: “¡No podemos traerla de vuelta!”. Y
se afanaban frenéticamente sobre aquella cosa que luego descubrí que era mi
cuerpo. Yo me sentía muy distanciada de él y como si me diera lo mismo. Y
pensaba: ¿Por qué se disgusta tanto esta gente?”. Entonces pensé: “Estoy fuera
de aquí. No voy a conseguir que me oigan”. En cuanto se me pasó eso por la cabeza,
atravesé el techo como si allí no hubiera nada. Y era maravilloso estar allí
fuera y ser libre, sin preocuparse por si chocarías contra algo. Y sabía a
dónde me dirigía. Y oí ese sonido de carillón, el más increíble sonido que
pueda describir, desde los tonos más graves a los más agudos. Según me iba
acercando a esa área, había árboles y había pájaros, y bastante gente, pero
todo ello estaba hecho como de luz. Y podía verlo, y era increíble, realmente
bonito, y me sentía aturdida por esa experiencia, porque antes ni siquiera era
capaz de imaginar cómo era la luz”.
La
aportación que hace Vicki a lo que conocemos sobres las ECM importa mucho
porque confirma una vez más que la conciencia así como el mismo ver no dependen
del cuerpo sino que son independientes y autónomos. Esto se ha podido constatar
también en otras experiencias en las que uno comprueba cómo todas las
limitaciones o taras corporales que tenían antes desaparecen. Y es que la vida
en uno, cuando se deja la estructura o carcasa física porque ya no le sirve a
nuestra alma, trasciende y supera con creces todas las limitaciones que la
materia y la forma nos ponían, de manera que como ella nos dice: “es
maravilloso estar allí fuera y ser libre”
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