Todo es
más sencillo de lo que parece. Nacemos para experimentar, aprender
Y
evolucionar. Y esto lo hacemos a través de unos personajes, con unas escenas,
Y siguiendo
un guión que previamente, entre otros muchos, hemos decidido tomar.
El guión
o el personaje no determinan lo que somos, que es independiente de ellos,
Por eso,
pase lo que pase y suceda lo que suceda siempre estamos a salvo,
Igual
como lo está el actor en el desarrollo de cualquiera de las obras en que
interviene.
El actor
no protesta, no se queja, no huye ni se sale de su papel, al contrario,
Se
entrega a él con toda su voluntad, inteligencia y decisión, con realismo
supremo,
Y en esto
consiste precisamente lo que le da valor y éxito a su representación,
Al margen
de si actúa como pobre o rico, vencedor o vencido, santo o malvado.
Si es
esto lo que también somos nosotros, actores, intérpretes, ¿por qué temer?
El guión
de algún modo ya está escrito, nosotros lo hemos elaborado y aceptado,
Y eso,
aunque olvidado para nuestra mente racional y el ego, nuestra alma lo sabe,
Ella no
duda, sabe quién es y es consciente de que ha venido a aprender. De ahí su paz.
Como sabe
también de las condiciones del aprendizaje: las ha asumido todas,
Como
también sabe del éxito y perfección de toda su empresa. Por eso en ella hay
gozo,
Y razones
sobradas para que en ella reine la confianza absoluta en todo el proceso.
No hay
más que silenciar la mente, callar nuestro ego y al personaje
Para
comprobar por nosotros mismos, directamente, la verdad de lo que decimos.
Cuando
afirmamos que en el alma lo que hay es confianza, nos estamos focalizando
En su
sabiduría, energía y amor interiores, donde Dios es en nosotros como nosotros,
En ese
espacio en el que no hay lugar para el ego y donde se halla el auténtico Actor.
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