jueves, 2 de febrero de 2017

“LA MUERTE ES UN AMANECER”

         La doctora Elisabeth Kübler Ross, (1926-2004), especialista en estudios sobre la muerte, investigó científicamente lo que experimentaban los moribundos; trabajó durante más de veinticinco años en las secciones de enfermos terminales en Estados Unidos, donde, junto a sus camas, escuchándoles como nunca antes se había hecho fue recogiendo todos sus testimonios y experiencias cercanas a la muerte que la hizo convencerse y esforzarse por demostrar también a los demás que la muerte tal y como la habíamos entendido no existe. Por todo ello ha sido reconocida en el mundo entero, por lo que cuenta en su haber con veintitrés doctorados honoríficos, cosa nada habitual en el campo de la ciencia y de la investigación. De su libro “La muerte, un amanecer”, de la editorial Luciérnaga extraemos por su valor para la comprensión sobre la vida, la muerte y el más allá, las siguientes palabras:

“Mi tarea verdadera…consiste en decir a los hombres que la muerte no existe.
…y que todo lo que nos sucede en esta vida sirve para un fin positivo…El cuerpo físico no es más que una casa….,el “capullo de seda”…,cuando llega la muerte abandonamos el capullo de seda…

…Al liberarse de ese capullo de seda, se llega a la segunda etapa, la de la energía psíquica…advertiréis enseguida que estáis dotados de capacidad para ver todo lo que ocurre en el lugar de la muerte…, el “muerto” –si puedo expresarme así- se dará cuenta también de que se encuentra intacto nuevamente. Los ciegos pueden ver, los sordos o los mudos oyen y hablan otra vez…Podréis comprender que la experiencia extracorporal es un acontecimiento maravilloso, que nos hace sentirnos felices…os dais cuenta también de que nadie puede morir solo…

…Después…se toma conciencia de que la muerte no es más que un pasaje hacia otra forma de vida…Puede tratarse de un túnel…Después, cuando habéis realizado este pasaje, una luz brilla al final. Y esa luz es más blanca, es de una “claridad absoluta”…Frente a esa luz, os dais cuenta por primera vez de lo que el hombre hubiera podido ser…os dais cuenta de que vuestra vida aquí abajo no es más que una escuela en la que debéis aprender ciertas cosas y pasar ciertos exámenes…

Volviendo a ver como en una revisión vuestra propia vida, ya estáis en la tercera etapa…Conocéis exactamente cada pensamiento que tuvisteis en cada momento de vuestra vida. Conocéis cada acto que hicisteis y cada palabra que pronunciasteis…Quisiera aseguraros que estar sentados a la cabecera de la cama de los moribundos es un regalo, y que el morir no es necesariamente un asunto triste y terrible. Por el contrario, se pueden vivir cosas maravillosas y encontrar muchísima ternura. La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo.

El cuerpo que ocupamos pasajeramente en ese momento, y que percibimos como tal, no es el cuerpo físico sino el cuerpo etérico… Los niños y adultos nos hablan de la presencia de seres que les rodean, les guían y les ayudan en el momento de su salida del cuerpo…Somos siempre recibidos  por aquellos que nos precedieron en la muerte y que en otro tiempo amamos…Después de abandonar nuestro cuerpo físico…nos encontramos en una existencia en la que no hay ni tiempo ni espacio y podemos desplazarnos intensamente donde queramos…”. Sabe, muy bien, Kübler Ross, lo que dice y su enseñanza ha servido especialmente para contrarrestar la errónea información con que nuestras mentes, desde milenios e incluso hoy en día aún han sido insistentemente bombardeadas.

Pero es  necesario recalcar, además, que si a ella le importó tanto investigar la muerte fue por lo mucho que le interesaba la vida, dentro de la cual aquella cobraba todo su sentido y significado. Vivir tal y como Elisabeth lo entendía tenía como mayor finalidad sanar nuestras heridas, superar nuestros errores, experimentar y aprender las lecciones de la vida que cada uno no había aprendido aún, para todo esto nacimos; de hecho, tantas eran estas lecciones por aprender y experiencias por vivir que, según decía, es imposible asimilarlas o realizarlas todas en el transcurso de una sola vida, y de ahí el valor que la reencarnación tenía para ella. Lo bueno de todo ello es que el vivir continua en otra existencia, con un nuevo estado de conciencia, experimentando también, comprendiendo, disfrutando y riendo, con la posibilidad, decía, de continuar el crecimiento espiritual.


Escribió veinticinco libros y una autobiografía muy recomendable que es “La rueda de la vida”. Aunque partió hace unos años su presencia sutil nos acompaña y nos guía, sobre todo para ayudarnos a entender que evidentemente “la muerte es un amanecer”. 

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