sábado, 4 de febrero de 2017

“LA LUZ Y YO ÉRAMOS UNO”

          
El Dr. Rodonaia, en 1972 ingresó en la universidad de Tbilisi, Georgia, en la antigua unión soviética. Tiene un postgrado de maestría en neuropatología y está doctorado en el mismo campo, es también doctor en psiquiatría. Dio un discurso dirigido a las Naciones Unidas enfatizando “el resurgimiento de la espiritualidad global”. Antes de inmigrar de Rusia a E.E.U.U. en 1989, trabajaba de psiquiatra en el campo de la investigación, en la Universidad de Moscú. Tras ser declarado muerto en un accidente de coche, perpetrado, según todos los indicios, por la KGB en 1976, lo dejaron en el depósito de cadáveres, durante tres días. No “volvió a la vida” hasta que un médico forense, que le iba a practicar la autopsia, advirtió que había abierto los ojos. Su experiencia es una de las más extraordinarias que existen, y lo que sigue, es parte de su experiencia mientras estuvo en ese estado.

“Lo primero que recuerdo de la ECM –cuenta G. Rodonaya- es que descubrí que me encontraba en el reino de la oscuridad total. No sentía dolor físico; de algún modo aún era consciente de mi existencia como George…….No estaba preparado para esto…Poco a poco conseguí dominarme y empecé a pensar en lo que había sucedido….Pensé: “¿Cómo se puede definir lo positivo desde la oscuridad? Bueno, lo positivo es la luz”. De manera súbita estaba en la luz. Era una luz muy intensa, como el flash de una cámara, pero sin centellear y con el mismo brillo…….hasta que poco a poco empecé a sentirme seguro y cómodo. De repente, todo parecía estar bien.

A continuación empecé a ver moléculas volando de un lado a otro, átomos, protones y neutrones…….este caos también tenía una simetría propia. La simetría era maravillosa, unificada y completa, a la vez que me inundaba de un gran bienestar….El tiempo, en la forma en que yo lo conocía, se había parado: el pasado, el presente y el futuro se fusionaron en una unidad atemporal de la vida.

En algún momento experimenté lo que se denomina “repaso del proceso de la vida” ya que en un instante vi mi vida desde su comienzo hasta el fin…..Acepté mi vida tal y como es.

Durante este tiempo la luz irradiaba una sensación de paz y alegría en mi…y me sentí tan contento de estar en la luz…Logré ver que la realidad se encuentra en todas partes…Todo está interconectado…Sentí que la luz y yo éramos uno y que todo en el universo y en mi estaba bien…..

Cualquiera que haya vivido una experiencia similar con Dios, que haya tenido semejante sensación de conexión con la realidad, sabrá que sólo hay una única labor importante en la vida y esa es amar…Tratar a la creación de Dios con un gesto de generosidad y compasión es la única forma de existencia que tiene valor…”

(Fuentes: Internet, y el libro de Fco. Lopez Seivane “Candidatos a la Hoguera”, edit. “Más allá libros”, pag. 69.) Raimond Moody también lo menciona frecuentemente y lo recoge junto a otros ejemplos ya clásicos como los de Danion Brinkley en el excelente vídeo “Vida después de la vida”. Su experiencia transcurre en un estado de muerte cerebral. Traigo este caso, como otros semejantes, porque nos sacan del hábito, tan arraigado en nosotros, de ver las cosas siempre con nuestra pequeña mente dual y porque nos obliga o, al menos, nos invita, a ir más allá de una realidad tan plana como la que vivimos, tan pegada al mundo de los sentidos y de la materia, también nos impulsa a recuperar las piezas que nos ayudan a construir el significado y el sentido de nuestra vida en una existencia donde experiencia tras experiencia lo que se demuestra es que la muerte es una gran mentira.

También en esta maravillosa experiencia se nos muestra de una forma muy evidente cómo para nuestra conciencia no hay separación alguna con algo que en principio se pueda considerar como ajeno o exterior a nosotros, ¡que podemos entrar incluso dentro de los átomos!, pues, como conciencias, no tenemos fronteras que nos limiten ni puertas que nos encierren, no ya para penetrar en las partes más mínimas de microcosmos como hemos dicho, sino para alcanzar incluso las dimensiones más lejanas y profundas del Universo tal y como nos lo han relatado personas que han experimentado estados expandidos de conciencia y samadhis desde los cuales han vivido cuanto estamos diciendo (Sesha, por ejemplo, y otros muchos).

Y qué bien, también, el poder comprobar que la vida es sólo una, que lo que nos diferencia entre una experiencia “aquí” en esta existencia tridimensional y en otra posterior más allá del espacio y del tiempo es fundamentalmente el tipo de identificaciones que tengamos, ya que por lo demás el centro nuestro, nuestro ser, es siempre uno y el mismo, el que lo unifica todo y todo es capaz de integrarlo todo, de modo que una vez que esto lo hayamos descubierto nos podemos sentir siempre “en Casa”, o sea, en la conciencia de ser, desde la cual y en la cual sólo se percibe la perfección de la realidad, la interconexión de todo, y que nunca jamás hemos salido de nosotros mismos, o sea, de Lo Real o Dios.

   

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