La ficha de una persona particular podría ser algo
así como la que sigue:
Señor o señora tal, que nació en la ciudad equis,
hijo o hija de….y de…,
Estudió ingeniería, o medicina, no sé qué otra cosa,
o ninguna de ellas,
Trabajó o trabaja como enfermero/a, albañil, abogado/a,
técnico informático, etc.
Se casó o no, tuvo o no tuvo hijos, aficionado/a a…, y a…Con
respecto a sus creencias
Diríase que es creyente, ateo/a, agnóstico/a…Políticamente
se sitúa en….
Su personalidad y carácter nos hablan de alguien que
es así, asá, y con tendencias…
Más o menos la descripción iría por esos o parecidos
derroteros.
Pues bien, este perfil que la persona de la que se
habla se toma como propio,
Con matices, acotaciones y reservas, suele ser el
modo habitual de identificación.
Pero ojo, porque la manera de tomarlo cambiaría
radicalmente si viésemos de repente,
Que son muchísimas las fichas diferentes que a lo
largo de nuestras muchas existencias
Podríamos haber rellenado sobre nosotros. En tal
caso:
¿Con que descripción de todas ellas nos quedaríamos?,
¿la de rico, pobre, mujer,
Hombre, militar, sacerdote, prostituta, bandolero, artista,
príncipe, ignorante….
¡El gran teatro del mundo!, y la vida como un sueño
del que hay que despertar. Así es.
Hoy el alma asume un papel, luego otro, y otro, y
otro…Y así vamos evolucionando.
Hasta que nos vemos como lo que somos: el ser espiritual
que toma miles de personajes,
Para crecer con ellos e interrelacionando ayudar a
otros a que hagan lo mismo.
Luego, todos los personajes pasan, todas las formas
son transitorias y se desvanecen,
Pero queda lo más importante: nuestra conciencia de
ser, nuestra identidad real.
A partir de entonces nos convertimos en conductores
despiertos de nuestra vida,
Servidores de la Fuente, del Ser divino, origen de nuestro
Amor, Sabiduría y Poder.
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