Existe en cada uno de nosotros la tendencia muy
acentuada
De darle la autoría de casi todo lo que hacemos a
nuestra personalidad egótica.
Y eso hace que la reforcemos, haciendo de ella algo
muy importante, demasiado,
Hasta convertirla, sin darnos cuenta, en una especie
de ídolo al que, si no se adora,
Sí que, al menos, se le venera, protege y defiende
con todo esmero y tesón.
Entonces, de lo que no nos apercibimos es del
profundo error que eso esconde,
Y que se refiere al hecho de que el verdadero autor
de nuestro vivir
No es nuestro ego, ni nuestro personaje, ni los méritos
que estos creen tener,
Sino nuestra alma que es la que ha buscado todos los
pretextos
Para crecer, evolucionar y desarrollar el plan y su
propósito en cada existencia.
Son la fuerza que nace de nuestra alma, la
inteligencia que la anima,
Su sabiduría que nos conduce hacia tal o cual
experiencia,
Su intención, amor y voluntad por ser una con el ser
que somos,
Fuente y origen de toda felicidad y realización,
El verdadero autor de nuestra vida real, no de la
soñada, interpretada o imaginada.
Nuestra alma es la que nos está llevando y, más
concretamente, ese impulso
Que anida como chispa germinal en el centro y corazón
de ella misma.
En ese sentido, pareciera, pues, que seamos “nosotros”
los buscadores de la realización,
Y que fuera nuestro mérito, saber o valor personal
quien la realizase. Pero no es así.
Nuestro verdadero yo, que es el ser de nuestra alma, lo hace posible todo.
Y es que, como un Guadiana muy profundo y
persistente, sin dejar de hacerlo nunca,
Nuestra alma, ella, viaja, vida tras vida, por los
innumerables paisajes de la existencia,
Trascendiendo toda ignorancia, para plasmar así su poder
creativo y de manifestación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario