Un búnker, una coraza, la mayor de las defensas y,
casi siempre un ariete,
En todo eso se ha convertido demasiadas veces
nuestra cabeza,
A través de razonamientos, demostraciones, palabras
y andamiajes mentales
Que poco a poco han creado una realidad ficticia y
paralela sobre nosotros y la verdad.
De ese modo, nos fuimos alejando y también protegiendo
de nuestro verdadero ser,
De todas las dimensiones de nuestra alma y de los
mundos del espíritu.
Sabemos que fue necesario para afincar nuestra
encarnación y tener un ego funcional,
Que nos permitiese crecer evolutivamente desde lo más
denso a lo más sublime,
Y ascender escalón a escalón hasta los niveles más
altos de nuestra divinidad.
Pero, llegado un momento, descubrimos en nosotros
que eso ya no sirve y que nos daña,
Entonces iniciamos todo el proceso inverso de volver
a nuestro origen perdido,
Al encuentro con nuestra alma y a nuestro verdadero
ser.
¿Pero cómo?, nos preguntamos. La vuelta a Casa pasa sin
falta por nuestro corazón.
Es allí donde encontramos el sentido, la verdad, la
felicidad y el amor que somos,
También la puerta hacia todo lo que quisimos tapar o
negar sobre los planos superiores,
Y, a su vez, desde él experimentamos la evidencia de
la unidad con todo y en todos.
Alejados de nuestro corazón, que es el ser de
nuestra alma,
No hay posibilidad alguna de alegría, ni de paz, ni
de creatividad real y duradera,
Tampoco, por supuesto, de realización personal ni
colectiva.
Porque vivir separados del corazón es una forma de
no ser, o sea, de morir.
La vida no ficticia empieza en el corazón, que es el
lugar por donde ella es y se expresa.
En cambio, vivir bajo la dictadura de la mente
equivale a estar presos en una cárcel.
Pero dichosamente conocemos la salida: la luz, el
amor y la fuerza de nuestro Corazón.
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