No somos el río, ni tan siquiera el cauce
De la felicidad o la paz, el amor o la energía
La sabiduría o la plenitud que buscamos.
Somos su misma Fuente, su Manantial y su Origen.
No vivirlo no significa que hayamos dejado de serlo,
Sólo indica que nos hemos proyectado fuera de
nosotros
Y hemos asumido como propio
Un papel, una experiencia y una realidad que no es
la nuestra.
La Fuente nunca dejó de ser ni de estar, la hemos
sido siempre,
Y nuestro ser siempre permaneció en sí mismo como
plenitud.
Aunque para una mente racional, separada e
identificada con su cuerpo
Esto se halle en el olvido o simplemente no exista.
Por eso, todo el juego de la existencia para
regresar a lo que sí somos
Se realiza en el terreno de la vida manifiesta, en
sus circunstancias.
Hemos de recuperar allí la Conciencia, esencia de
nuestro ser,
De la que apenas queda un rastro en el variopinto
espectáculo
De una realidad que hemos tomado por la Realidad
misma.
Esto último es el error del que nos tenemos que librar.
La llave es: que toda experiencia contiene un hilo
de Ariadna
Para salir despiertos de ese laberinto en que
estamos.
Es un hilo de conciencia alimentando cada momento y
acto de nuestras vidas.
Sin soltarlo y siguiéndolo saldremos del escenario
de la irrealidad.
Detrás de él nos aguarda la Vida real, de la que
somos Fuente y Manantial.
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