Hay ventanas a las que es muy conveniente y útil
asomarnos,
La ventana del universo es de las más interesantes.
Produce de todo menos indiferencia.
Del universo al que pertenecemos sólo se conoce el
4%. ¡No sabemos nada!
El 96% restante está compuesto por un 71% de energía
oscura
Y un 25% de materia, también oscura. La energía
oscura lo lleva a expandirse, sin parar.
El 4% conocido está compuesto por átomos y materia, así
nosotros como las estrellas.
¿Polvo de estrellas nuestros cuerpos? Evidentemente
que sí, y hermanados con ellas.
En ese 4% del universo observable hay más de 100.000
millones de galaxias,
Cada una con un promedio de 100.000 millones de
estrellas. ¡Y en equilibrio perfecto!
Y en cuanto a planetas, puede que haya unos 10.000
millones de billones (Carl Sagan).
¿Y mundos?, ¿y universos?, ¿cuantos existen? ¡Tal
vez infinitos! La ciencia lo sugiere,
Y Giordano Bruno, el filósofo del siglo XVI que fue quemado
por la inquisición
Lo remarca: qué otra cosa cabría esperar de la
grandeza infinita de Dios.
Es muy sano reparar de cuando en cuando en esta
clase de información y de datos,
Aunque sea para que nuestro pequeño ego, ese enano
diminuto se retraiga y afloje.
El abismo de la realidad material puede que produzca
cierto vértigo, no cabe duda,
Quizá por la atracción que causa aquello que de algún
modo sabemos que somos
Y en lo que tendemos a fundirnos. Que el universo
esté constantemente en expansión,
Refleja de algún modo nuestras propias dimensiones:
sin límites de espacio y tiempo.
¿Acaso la luz tiene esos límites?, y ¿no somos
nosotros luz, luz consciente?
Nuestro cuerpo físico está hecho para distancias
cortas en la tercera dimensión,
Y con sus cinco sentidos sólo se alcanza la luna. En
cambio, el sol de nuestro corazón
Trasciende todas las separaciones. No lo olvidemos:
somos uno con la realidad infinita.
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