Llamémosle, por ejemplo, mundo del alma.
En la Biblia, se dice que Dios creó el mundo, este.
Pero no dice que sea el único.
¿Por qué no pensar o creer que, de igual forma, ha
creado infinitos mundos?
Dios, que no es una persona ni un individuo, sino
esa totalidad inabarcable
De inteligencia-sabiduría, amor-felicidad y fuerza energía
siendo todo en todo,
Está en y es la misma fuente no sólo del mundo
físico sino del espiritual.
¿Sería acaso este segundo en algo inferior al
primero? Al contrario.
Veamos: somos en esencia, almas, seres espirituales,
Es decir, seres dotados de conciencia, voluntad,
bienaventuranza e inteligencia,
O sea, todo el potencial de Dios como germen en
nosotros a desarrollar y vivir.
Si, como almas, tomamos cuerpos físicos y nos hemos
dado un mundo material
Cuyo sustrato mismo es también espiritual y por cuya
existencia y dinamismo
Emerge y es vivificada toda la realidad de este
mundo material,
Con toda su maravilla, perfección y grandeza a
nuestro alcance,
¿Cómo no iba a ser, digamos que, más bello,
armonioso e impresionante
Un mundo en una dimensión y frecuencia muchísimo más
sutil
Dispuesto y “creado” por y para seres espirituales o
almas?
El espíritu-vida, que es el ser-conciencia de cada
alma
Encarna en un mundo que toma para sí y para realizar
su experiencia,
Siendo así este un mundo en el que las almas se
proyectan, sólo eso.
¿Cómo dudar, pues, de la maravilla existente de un
mundo
Directamente concebido por almas no condicionadas
por las trabas físico-materiales?
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