Cuando a un monje le preguntaron sobre su principal trabajo
en el convento,
Respondió que todo él, -o sea, su sadhana-, se resumía en dos cosas muy
simples,
Y que todo lo demás era secundario: “caerse y
levantarse”. Este era todo el programa.
¿Caerse?, sí, que es lo que nos ocurre cuando nos
separamos de la conciencia de ser,
O dicho de otro modo: cuando nuestra atención no está
en el presente.
¿Y levantarse?, pues justo al revés, y consiste en regresar de nuevo al presente.
El Presente representa la Presencia del ser, cuando nos
vivimos uno con la conciencia
En el amor y en la alegría de la acción realizada o
de lo que acontece,
También en la inteligencia y sabiduría que subyace en
ambas cosas,
Y a través de la energía y la fuerza que mueve esa
acción o ese acontecer.
En el presente se vive nuestro ser como fuente de
ese vivir y como el vivir mismo.
La práctica: regresar ahí constantemente y hacer de
esto un hábito muy arraigado,
Para que la distancia entre ese Presente vivido y la
ausencia de esa Presencia
Sea cada vez más corta en nuestras vidas, de modo
que Presente y Presencia sean uno.
La apatía, el sinsentido, la falta de gozo, la
depresión y el vacío en el corazón,
Pero también la dependencia respecto a lo que se
hace o se tiene y los apegos,
Son algunas de las formas de manifestarse nuestro
alejamiento conciencial del ser.
Delata eso mismo la ausencia de entusiasmo y de amor,
el aburrimiento, etc.
La meditación, el centramiento, la oración conectada
y consciente,
La atención sostenida, la observación con
conciencia, la práctica del silencio, y otros,
Son instrumentos a nuestro alcance para regresar a
la conciencia de ser.
Caer, levantarse. Estar en el presente o ausentes. Vivir,
no vivir. Todo indica lo mismo
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