Durante mucho tiempo, vidas incluso, creímos ser personas, ahí se resumía todo.
Y en torno a ello crecimos, sufrimos unas veces y
disfrutamos otras,
Aprendimos, experimentamos, descubrimos y creamos.
Pero vivir fue sólo eso: asunto de personas con sus
personalidades y personajes,
Relacionándose, conviviendo, a veces peleándose,
amándose u odiándose,
Muriendo, naciendo, fragmentados en ideologías,
religiones, banderas…,
Egos al fin y al cabo viendo en los demás otros
tantos egos.
Vida esa superficial,
externa y plana, miope, dominada por mentes y cuerpos
Ajenos en su mayor parte a algo muy importante,
radical y maravilloso
Que desde su presencia sutil y silenciosa le daba
significado, valor y sentido a todo ello:
Nuestra alma,
esa identidad más esencial y profunda de nosotros
Que a través de todo lo anterior y sirviéndose de la
persona que creíamos ser
Experimenta, aprende, crece, evoluciona y va
despertando a su verdad superior.
Lo cierto es que somos almas, o sea, seres espirituales que vienen a este mundo,
Asumiendo una personalidad y unas circunstancias
físicas, familiares, culturales, etc…
Mediante las cuales realizar un propósito y una
tarea útiles para ella misma
Y para los demás con los que interactúa y se
relaciona.
Nuestra visión de la existencia se vuelve coherente,
dignifica, transforma y eleva
Cuando llegamos a contemplarnos unos a otros también
así, como almas,
Asumiendo y comprendiendo que detrás de cada persona:
padre, madre,
Pareja, hijos, familiares, amigos, enemigos,
conocidos o no, todos…, hay un alma
Que ha venido a compartir
su evolución con nosotros, y no por casualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario