sábado, 24 de diciembre de 2016

PERSONAS MAYORES EN FASE CASI TERMINAL Y LA NUEVA VISIÓN


Voy de visita a un centro para personas mayores, paso la mañana con ellos.
En la sala hay personas sentadas, unos en sus sillas normales, otros con ruedas.
Esta noche es Noche Buena, aunque ellos en su mayoría están como ajenos a todo.
No reflejan alegría, pero tampoco tristeza del todo, aunque quizás sea más duro que eso.
Parecen taciturnos, ausentes, y con despago tal vez, de ver que cuanto tenían se les fue.
Ahora puede que no tengan claro ya ni lo que son ni para qué están aquí.
Así que, da la impresión de que sólo esperan y de que se hallan en la antesala de algo;
Mientras tanto dormitan, apenas hablan, sueñan o les alimentan.
En otros momentos, su mirada desvaída queda fija contemplando la misma ausencia.

La escena, melancólica, muestra crudamente la fragilidad de nuestras existencias
Cuando de ellas se ha extraído su dimensión luminosa, de amor y de conciencia,
Ya que entonces realmente todo se queda en nada, en un sinsentido.
Mientras tanto, unas monjitas les servían, no a “ellos”, sino al Cristo que sí son ellos.
Sólo eso podía explicarme su alegría, la de estas mujeres recordándoles algo que,
Al parecer, casi todos los internados no sabían, olvidaron o jamás creyeron:
Que sí son verdaderos Cristos, o sea: seres divinos, potencias reales de vida y amor.
Envejecer, sin saber que no somos el envejecimiento, ni la enfermedad o el dolor,
Ni la decrepitud de una máquina de carne ajada y órganos desvencijados,
Sino seres perfectos y almas eternas jugando con el tiempo y sus personajes
Eso es muy duro. De ahí la urgencia y la necesidad imperante de Despertar,
De salir del letargo de ser almas dormidas atadas a la ilusión de lo impermanente.
Ya es hora de traspasar las corazas de toda tristeza ver el rostro glorioso de nuestro ser.
Somos almas, no cuerpos. Somos espíritus. Somos exploradores del infinito.


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