No eres la cara que de ti ves en el espejo,
Ni tus gestos, ni tu cuerpo,
Ni lo que piensas, sientes o te emociona.
No eres tus recuerdos, ni tus creencias,
Ninguna imagen, idea o forma eres.
Tu personalidad, por supuesto, no la eres,
Como tampoco tu carácter, ni tus obras,
Ni ninguna de las experiencias que vives o por las
que pasas,
Tampoco tu mundo, ni el universo al que perteneces,
Ninguna cosa de las que se puedan señalar eres.
Todo aquello con lo que te identificas te
empequeñece y limita,
Todo aquello de lo que te haces depender te
encarcela.
Tú eres el que juega y experimenta con todo
Hasta llegar a creer que eres el hacedor y lo hecho,
El actor y la obra. Eres más que todo eso.
Porque todo es un juego, dramático mientras no se
conoce,
Divertido y maravilloso al despertar.
Vivimos el juego del olvido y la ignorancia,
De la separación, la finitud y la muerte,
Un juego que termina cuando abrimos lo ojos del ser
en medio de él,
Dando paso, entonces, y así lo vemos, al inicio de
la realidad vivida y concienciada.
Así salimos de la estrechez de una cárcel fabricada
por nosotros
Y que habíamos confundido, -por calculado error- ,
con la verdad.
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