Es mi tema favorito, aquel que de verdad me interesa
y me hace sentir bien,
Es el asunto que lo llena, abarca, abraza y contiene
todo,
El que, en definitiva, me inunda de existencia, de
luz, alegría y gozo.
A Dios lo siento, lo noto, lo experimento, me
envuelve y me es.
En realidad, no puedo ni siquiera entrar o salir en Él
o de Él
De tan yo mismo que es, de tan el mismo que soy. Y
esto no son palabras.
Si se aparta de mi desaparezco, se oculta todo
sentido y me pierdo
Y si siento cómo Él es en mí entonces me hallo en la
plenitud de mí.
Porque Él es mi esencia, mi ser, mi realidad, lo que
yo soy y mi todo.
Lo demás, mis muchos yoes y egos, surgen y veo cómo
aparecen en Él.
Me encuentro y más me reconozco cuanto más me
experimento
Me acerco y me veo en Su realidad, que es mi esencia
y mi única verdad.
En Dios todo se ilumina y vivifica, todo se vuelve
vida
Incluso lo inerte y todo el mundo de la materia,
hasta una simple piedra.
Y es esa Vida la que sobresale, unificando la
infinidad de objetos, seres y formas,
En lo único que Es, siendo entonces Dios Todo en Todo.
De esa manera, todo se comprende, desde dentro de la
realidad misma,
Y la enormidad de preguntas que la racionalidad hacía,
se evaporan,
Quedando sin relevancia ni sentido; ya que, sin
responderse, están ya resueltas,
Incluso las más aparentemente difíciles o
complicadas,
También las más metafísicas. Es así de sencillo, de
escandaloso y de simple,
Tanto que, por eso mismo, parece poco o nada real e inviable. Pero no es tal cosa. Al contrario.
Porque lo cierto, que aún molesta
a los “racionalistas”, es que sólo Dios es la Respuesta
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