Detrás de todo cuanto ven nuestros ojos
Y nos llega a través de todos los sentidos del
cuerpo,
Detrás del mismo ver, existe una realidad
infinitamente más estable y maravillosa.
Al otro lado de los movimientos, imparables y
rebeldes muchas veces,
De nuestra mente, insaciable y ávida de contenidos
con los que alimentarse,
Encontramos una realidad que en sí misma es la pura
armonía, plenitud y paz.
Detrás, sí, de todo aquello que experimentamos,
agradable unas veces,
Placentero otras, pero también en ocasiones fuente
de dolor y sufrimiento,
Y también detrás, aunque siempre muy cerca, del
experimentar mismo
Hallamos todo un mundo de una belleza increíble,
lleno de luz, sabiduría y gozo.
Nos estamos refiriendo, qué duda cabe, a un espacio
del alma
En el que lo que se vive no son los fenómenos
cambiantes de las cosas
Sino la Realidad misma en el ser esencial que somos.
La vía de acceso a esa experiencia, que lo es, de la
luz, el amor y la felicidad completos
No es otra que conseguir que nuestra mente y
nuestros sentidos se retiren
Y dejar que sea nuestra conciencia interior la que
aflore, ella sola, en su desnudez.
Entonces ocurre, sucede, viene, el incalificable
Silencio, un silencio lleno,
Que es ausencia de todo lo que no es real, de todo
cuanto no somos,
Y en donde el alma se encuentra con su verdadero
ser, una con él.
Esta es la mejor forma de liberarnos de toda atadura,
confusión y agobio interiores,
Por la que podemos salir de las pequeñas o grandes
cárceles de nuestra existencia.
Ese Silencio nos espera siempre, con independencia
de lo que pase,
Y al margen de lo que estemos viviendo. Él es la
entrada a nuestro verdadero Hogar.
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