La espera, ese hacer depender nuestra felicidad y
paz de un futuro que vendrá,
Y de unos resultados que, se supone, van a ser tan
importantes como decisivos.
Esta actitud, explicable desde el punto de vista
humano, que se alimenta de resultados,
De situaciones y circunstancias, de tal o cual logro
alcanzado o consolidado
Lleva dentro el aguijón de una nueva desilusión a un
plazo más o menos corto.
Porque todas las esperas, consistentes en confiar un
vivir feliz a objetivos cambiantes
Cabalgan a lomos de caballos locos, de movimientos
siempre inciertos y precarios.
Sin duda: todas las esperas se mueven en una cinta interminable
de nuevas esperas
Y de mañanas, que sin nuevos mañanas de los que
alimentarnos ofrecen insatisfacción.
Vivir el presente, respirando con él y a él
entregados absolutamente,
Sin que lo experimentado nos atrape, eso sí que es
vivir, aunque en eso nos vaya la vida.
No esperar nada más que lo que hay nos libera de
infinitas angustias y tensiones,
Lo desdramatiza todo y hace que la existencia brille
con una luz nueva y más intensa.
Ahora es todo el futuro, ahora es todo lo que cabe
esperar, ahora es lo único que existe,
Un ahora que se hunde en la eternidad, y esa es su
maravillosa y prometedora realidad,
Porque, aunque sea una paradoja, el ahora sí que nos
trae todo lo más deseable,
Que es la paz, la alegría, el amor y todo aquello
que únicamente la plenitud aporta.
Cada ahora viste su existencia de un modo distinto,
y en esto consiste su juego,
Dentro del cual nos divertimos, aprendemos,
maduramos, crecemos y evolucionamos.
Pero no es en el ropaje del ahora en donde
encontramos la alegría de la existencia
Sino en la existencia misma dentro de la cual cada
ahora nace, fluye y se extingue.
Es este existir conscientemente lo que culmina y
supera todas las esperas,
Y donde el gozo de ser y sentirnos vivos abraza, sin
límites, la felicidad entera.
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