jueves, 26 de enero de 2017

EL “ADVERSARIO” Y EL FIN QUE HEMOS VENIDO A ALCANZAR

           Existe un movimiento sutil que, arrancando desde el fondo del ser de cada uno, nos lleva hacia la consecución de objetivos y fines, al principio dispersos o escasamente definidos, pero que,  poco a poco, se van perfilando con su particular grandeza y sublime atractivo hasta realizar el plan de nuestras almas. Este es, en definitiva, el movimiento luminoso de nuestra existencia hacia la realización en cada uno y desde cada cual de su genuino y más rico potencial, pero no de forma indefinida ni abstracta sino a través de objetivos muy concretos y tareas determinadas.

Porque nuestra vida no es una manifestación de cosas inconexas, sin dirección ni sentido. Al contrario. Si nos fijamos en ella y la rastreamos mínimamente percibiremos un movimiento muy coherente, siguiendo líneas que como flechas apuntan a una misma dirección y persiguiendo idéntico objetivo, lo que podríamos definir como el fin de cada vida o su propósito. Así nos lo expresa Satprem, uno de los más importantes discípulos de Aurobindo y Madre: “todos tenemos una finalidad que alcanzar, en esta vida y a lo largo de todas nuestras vidas, alguna cosa única que expresar, porque cada hombre es único; es nuestra verdad central, nuestra tensión evolutiva especial. Esa finalidad no va revelándose sino lentamente, después de numerosas experiencias y de sucesivos despertamientos, cuando empezamos a ser hombres interiormente formados; entonces nos percatamos de que una especie de hilo da a nuestra vida – a todas nuestras vidas, si hemos cobrado conciencia de ello- una dirección particular, como si todo nos precipitase siempre en el mismo sentido. Un sentido que se hace cada vez más preciso y agudo a medida que avanzamos.”  (Satprem)
           Pero, si esto lo constatamos, no es menos cierto que, constantemente y desde muchos frentes, las dificultades, los problemas y las negaciones de toda clase, nos asaltan, como sombras agazapadas o con total impacto, tendiéndonos a nuestro paso múltiples resistencias y trampas que desalientan, frustran o frenan avances y progresos para nuestra alma. La pereza, el miedo, el desánimo, la duda, la desconfianza en las propias capacidades, la escasa autoestima, pensar que no merecemos tal o cual éxito, ciertos apegos y dependencias que nos amarran a ellos, la falta de fe, el pensamiento materialista, etc., son algunas de las razones o pretextos con los que contamos para sabotear el logro de nuestros objetivos.
           
         También es verdad que esto en sí mismo no es negativo, pues sin resistencias a superar no es posible crecer, ni lograr realización alguna. Es como si la luz que experimentásemos fuese la contraparte de la oscuridad que hayamos sido capaces de develar y deshacer, del mismo modo que la extracción de oro en una mina estuviera relacionado directamente con el grado de profundidad alcanzado y la perforación efectuada en la tierra. Pero, hay veces en que alguna clase de dificultad particular muy insistente fuese a dejarnos del todo derrotados y sin fuerzas para continuar, a pesar incluso de nuestra conciencia de lo que queremos, de la voluntad y de nuestro esfuerzo. Pues bien: eso es lo que representa nuestro Adversario a vencer.
          
          Y es que, como también nos recuerda Satprem: “al mismo tiempo que cobramos conciencia de nuestra finalidad, descubrimos una dificultad particular que es como el reverso o la contradicción de nuestra finalidad. Es un fenómeno extraño, como si tuviésemos exactamente la sombra de nuestra luz –una sombra particular, una dificultad particular, un problema particular que se presenta a nosotros y torna a presentársenos con desconcertante insistencia, siempre la misma, pero bajo aspectos diferentes y en las más distantes circunstancias, y que después de cada batalla victoriosa vuelve con mayor pujanza, proporcional a nuestra nueva intensidad de conciencia, como si tuviésemos que librar aún la misma batalla en cada nuevo plano de conciencia por nosotros conquistado. Mientras más claramente se manifiesta nuestra finalidad, más fuerte se vuelve la sombra. Entonces trabamos conocimiento con El Adversario”: (Satprem: “Sri Aurobindo o la Aventura de la Consciencia”, edit. Obelisco, pag. 277-278).
        
        Lo que la experiencia nos enseña es que con frecuencia ese adversario que todos en alguna medida tenemos o hemos tenido, es el motor que dinamiza nuestro crecimiento interior, el que nos obliga a avanzar y nos abre los caminos de nuestra realización. Por otra parte, llega un momento ya en nuestra vida en que lo podemos despedir agradeciéndole todo el bien que nos ha aportado y el haber sido no nuestro enemigo sino más bien nuestro aliado y complementario.




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