Es el resultado natural del crecimiento y de la
evolución espiritual
Llegar a ese punto a partir del cual la vida vivida
como egos y como personajes
Deja de tener sentido en sí y por ella misma. Porque
ya no nos aporta nada sustancial.
Los objetivos, esfuerzos, luchas, alegrías o
sinsabores de identidades humanas como tal
Se han quedado sin valor y no nos sirven, porque aparte
de su carácter efímero
E impermanente que uno ya evidencia de forma
profunda y hasta la saciedad
Dejan, además, de tener el sello de lo real y
esencial que uno necesita para vivir.
Es como si dijésemos: “y a partir de ahora quiero
ser lo que de verdad soy”.
Y es que uno ya no se conforma con tal o cual forma
externa de ser y vivir,
Por mucho que teorías o interpretaciones sobre el
karma lo sugieran o exijan.
Ahora uno lo que quiere y a lo que aspira con fuerza
es a saber quién es de verdad
Y desde ese conocimiento expresar lo que su ser y su
alma quieren manifestar.
A partir de entonces, es llegado el tiempo de la
conciencia y del espíritu despierto,
Y la fase, desde la cual uno quiere ya comenzar a
vivir la vida sin hipnosis,
O sea, sin estar durmiendo en el espejismo y la
irrealidad de lo que no es ni se es.
Pasó así el protagonismo exclusivo y sobrevalorado de la etapa del
ego mente-cuerpo,
Y se inaugura luminosamente la del alma y la del ser
como referentes decisivos.
Con lo cual, una vida nueva con una espiritualidad
integral se abre ante nuestros ojos.
Y, con ella, la experiencia de participar en la maravillosa
tarea de traer a la Tierra
La vida divina, una vida de seres abiertos a lo que
es su alma y su ser esencial,
Una vida en la que la frontera entre la vida
manifiesta y la vida espiritual no existan,
Y donde la comprensión y alineamiento con el plan
divino sean completos.
Sumamos así nuestra capacidad, voluntad y esfuerzo,
a la de los servidores planetarios
Que amorosamente aportan su luz, amor y trabajo al
despertar de la humanidad.
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