Vas andando por la calle en medio de una multitud de
gente que va y viene,
Cada cual con sus preocupaciones, alegres unos,
tristes otros, absortos la mayoría,
Pensando todos. Lo que se percibe es un movimiento
de historias pululando,
Tan reales para cada individuo, tan importantes,
creíbles y decisivas, tan vitales.
Y al observar esta escena a uno le viene, sin
pretenderlo y como superpuesta
La imagen lejana y sutil de una verdad más profunda
que la observada externamente.
Fuera lo que se ve es sólo un continuum de carcasas
vacías, así parece la gente,
Ese conjunto de figuras que desplazan de un lado a
otro sus formas humanas.
Y surgiendo de en medio de este cuadro, una realidad más grande parece asomarse,
Algo que aún vestido de cierto misterio alimenta el
verdadero sentido de lo que sucede,
Se trata de la presencia de cientos de almas, de
conciencias vivas y muy reales,
Cuyas identidades y rostros resultan huidizos para
la percepción de los cinco sentidos.
Pero la intuición no engaña, ni el sentir, y la visión
que trasluce nuestra alma
Nos sugiere y a su modo nos muestra, como un susurro,
un mundo de realidad
Que es el que sostiene, alimenta y anima estas variadas
existencias nuestras.
Entonces, los ojos interiores claman por abrirse
paso y mostrarnos lo que es, lo real,
Queriéndonos evidenciar lo que es este mundo de
engaño donde nada es lo que parece.
Y con agrado uno se deja bañar por todo el suave
rumor, el eco y la presencia,
No de la máscara, ni del disfraz o el personaje sino
del ser que somos.
Hemos visto así ya los entresijos de lo que es
sueño, hipnosis y espejismo engañosos
Y hemos experimentado también la suave luz de lo
real que se filtra abriéndose paso
Entre las sombras de las apariencias que han
empezado a diluirse.
Ahora sabemos que el amanecer del despertar está ya
más cercano. Se ve llegar.
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