Existe una forma de poder que pretende la
reivindicación de lo propio
Como opuesto o contrario a las pretensiones egóicas
o no de los demás.
Es un poder que retrotrae a los instintos menos
evolucionados y más primitivos.
No favorece al propio crecimiento y desarrollo ni al
de los demás, al contrario.
Pretende de los otros la sumisión, bienes
materiales y dependencia física o psicológica.
A la larga o antes, sólo produce problemas, dificultades,
enfrentamiento y dolor.
Hay un poder, en cambio, que todo estamos llamados a
asumir,
El cual nace y es fruto del reconocimiento de los
propios valores y cualidades,
Así como del propósito y tarea que uno siente que
tiene que desarrollar y cumplir.
Reconocer el propio poder, que nos cualifica para
expresar en el mundo
Todo lo que emana de nuestro crecimiento evolutivo y
que favorece al de los demás,
Forma parte de los despertares del alma a su propio
autorreconocimiento,
A su realización, y a su misión en la presente encarnación.
Ese poder personal que uno alcanza a ver en sí mismo
complementa y da sentido
A las preguntas de para qué he nacido y qué me pide
la vida que materialice o haga.
El poder personal positivo nace del ser del alma que
tiende a expresarse en el mundo
A través de y en cada cual, bajo formas únicas, genuinas
y concretas. Su plan como alma.
Cuando uno conecta con su ser y con el propósito de
su ser espiritual,
Asumiendo la tarea de llevarlo a cabo, está abriéndose
a su poder personal
Y cumpliendo el principal objetivo de su existencia,
lo que le trajo a nacer.
La afirmación del Yo Soy que a través de ello uno
hace de forma integral
Nos afinca y alinea con la Vida creativa expandiéndose
y vivificando.
Asumiendo el Poder de Dios en mí, mi acción sólo puede
ser un bien para los demás.
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