Hablar sobre el origen de las almas equivale a
hablar sobre nuestra procedencia,
Se trata ni más ni menos que de aclarar la famosa
pregunta: ¿de dónde venimos?
Cuestión crucial donde las haya y cuya respuesta
marca definitivamente nuestro ser,
Nuestro sentido, destino y papel. ¿Cuál es nuestra
paternidad?, se podría también decir.
La biológica e inmediata ya la conocemos. Todos
tenemos un padre y una madre.
Pero ahora hablamos de la filiación espiritual, como
almas en las que nos reconocemos.
Y lo que nuestro sentir más hondo, en contacto con
el alma señala,
Así como nuestra intuición más profunda que procede
de la sabiduría del ser que somos
Confirma, es que nunca salimos de nuestro origen,
que nuestra unidad con él es eterna.
Esto es lo que uno desde su seidad o sí mismo
experimenta como lo real.
La unidad entre nuestro origen y nuestro ser es esencial
e indisoluble.
Y ese origen se saborea como Dios en nosotros como
nosotros, y no como algo lejano,
Ni separado, ni diferente, porque somos en la medida
en que el origen es en nosotros.
Sólo así nos comprendemos, sólo así nos sentimos ser,
sólo así existimos.
Somos expresiones de Dios, de Lo Único Que Es, del
Ser Uno que es en nosotros.
Nuestro ser es el ser de nuestro origen, esto es lo único
que se siente y se vive
Desde el origen mismo en nosotros. Y al vivir esto
comprendemos nuestro destino
Y sabemos todo cuanto necesitamos saber sobre
nuestro camino y sentido.
Entonces la luz del alma se enciende y la conciencia
de identidad se hace presente.
Puesto que ella es nuestra esencia, la misma esencia
e identidad de Dios.
A partir de este saber, toda sensación de orfandad o
soledad desaparece,
Y la Presencia de Eso se convierte en protagonista,
camino y guía de la existencia.
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