Y en el momento de nuestro nacimiento. Nuestra
conciencia siempre está presente.
En realidad, somos ella, somos esa conciencia
presidiendo todas nuestras existencias.
Íbamos gateando por la casa y nuestra conciencia contemplaba
nuestros movimientos,
Como después cada gesto, momento y etapa de la vida.
Siempre la misma conciencia,
Invariable, inalterable, inmortal, como ahora mientras
pulso las teclas del ordenador,
Como cuando hace años yo era apenas un adolescente,
estudiaba en tal o cual sitio
Y experimentaba un mundo al que me estaba aún adaptando.
Recuerdo algunos momentos de mi vida en que me
paraba y mientras estaba atento
A esa conciencia que experimentaba me decía: pues
esto mismo, con igual conciencia,
Siempre. Siempre en ese Yo Soy Conciencia, y todo lo
demás ocurriendo en ella.
Al ir andando, al enamorarme, cuando hacía tal o
cual trabajo, estando en la playa,
Ante una buena y rica comida, en la soledad, estando
enfermo, al meditar…
Siempre la misma conciencia, lo más real e idéntico
a mí. Mi verdadero Yo Soy.
Nada sin ella, nada fuera de ella, nada que no
ilumine ella, nada no vivificado por ella.
Esta es la conciencia. No está aquí, ni ahí, ni
dentro ni fuera del cuerpo.
Es y respira en y a través de mí, pero tampoco es mi
respirar que sucede en ella.
Simplemente cuando tomo conciencia de ella mi
respirar se hace más y más profundo,
Me expando y siento cómo el vivir de la vida sonríe en
mí y más allá de mí.
Si miro a mi alrededor la conciencia es allí, todo está
lleno de esa conciencia
Y todo vive el vivir de la conciencia. La conciencia
no tiene nombre, ni forma, es,
Es el vacío, es el espacio, es el fondo, pero luminosos,
gozosos, y, sobre todo, vivos.
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