Todas las cosas que hacemos y vivimos son un reflejo
de nuestro momento conciencial.
La vida se puede vivir de forma completa, es decir
global o parcial e incompleta,
En el primer caso experimentamos una sexualidad
integral en la unidad de nuestro ser,
Mientras que, en el segundo de los casos, la
sexualidad se vive fragmentada, separada.
La sexualidad que se vive de forma integral acoge
todas las formas de expresión del ser,
Sin rechazar, menospreciar o marginar ninguna de sus
bandas,
Desde su dimensión física a las zonas y espacios más
elevados y trascendentes.
Lo fundamental siempre es lograr la unidad armoniosa
y gozosa en la experiencia,
Sabiendo que esa unidad es la que la sacraliza y
eleva en todos sus niveles.
Entonces se vive el cuerpo, la mente, las emociones
y sentir sexuados,
En la forma creativa y genuina que en cada cual
adopte. El amor todo lo hace bueno.
Completada la fase, nos abrimos al nivel del alma,
ahora de forma más consciente
Y en silencio, y continuamos la relación, pero en otro
plano, no menos real o quizás más.
Cada uno ahora se experimenta a sí mismo y al otro como
almas. Experiencia preciosa.
Pero tampoco nos quedamos ahí, pues seguidamente nos
elevamos hasta nuestro ser,
Y nos situamos en el plano superior, de pura luz,
de pura conciencia, de puro amor.
Ahora ya lo que se vive es la unidad, no hay dos, sólo
uno. Experiencia sublime.
Cada uno de esos momentos hay que vivirlos con el
tiempo que nuestra intuición señale,
Sabiendo que sólo se requiere nuestra apertura,
entrega amorosa y estar presentes.
Vivida así, la sexualidad, además de ser juego,
diversión, alegría y placer,
Toda ella se convierte en un acto meditativo y
sagrado, integral y completo.
Lo que deja después es sensación de expansión, gozo
y plenitud,
Además de esa experiencia luminosa que sólo la
unidad vivida nos aporta.
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