domingo, 15 de enero de 2017

LA IMPERMANENCIA SÓLO DE LO IMPERMANENTE

Muchas de las estrellas que hoy vemos en el firmamento ya no existen.
Se extinguieron hace miles de años, aunque su luz aún nos esté llegando ahora,
Pero no sólo ellas que nacieron hace millones de años se destruyen y mueren,
Ocurre lo mismo con los universos. El nuestro, que nació hace 13.810 millones de años,
También morirá, y eso mismo les pasará a las galaxias, a los planetas y a todos sus
Habitantes. Esto, que cuesta aplicarlo para entidades con tantos años de pervivencia,
-No olvidemos que a nuestro sol le quedan aún unos 5.000 millones de existencia-,
Resulta muy evidente para todas las formas de vida cuyo proceso vital podemos abarcar,
Controlar y medir, como ocurre con los animales y el ser humano en particular.
Es un hecho, pues, que todo lo que nace sufre un proceso de desgaste y al final perece.
La impermanencia por lo tanto es incuestionable. Y todo algún día desaparecerá.

A los seres humanos nos cuesta mucho aceptar esto, por eso luchamos e investigamos
Para prolongar nuestra vida al máximo. La muerte sólo es vista como una anomalía,
Que se experimenta como una fatal derrota, a pesar de que todos pasaron, pasamos
Y pasarán por ella. Amistades, seres queridos, lugares, costumbres y muchos referentes
Que nos acompañaron en nuestra existencia se fueron o se irán de nuestro horizonte.
Nada, pues, a lo que podernos aferrar de forma consistente y segura. Todo pasa y se irá.
Así que: nadie puede dudar ya de la impermanencia y contando con ella hemos de vivir.
¿Pero: es este el relato completo sobre el panorama y el sentido de nuestra vida?

No. La impermanencia es aplicable sólo a la dimensión impermanente de las cosas.
Por eso, todos nuestros personajes, cuerpos, mundos y decorados desaparecerán,
Pero nuestra conciencia central, nuestro Yo Soy siempre estuvo, está y estará presente.

Presidió nuestro nacimiento, nos acompañó en esta vida, y observará nuestra despedida.

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