sábado, 21 de enero de 2017

LA LÓGICA SENCILLA DE LA FELICIDAD

A veces, nos cuesta mucho llegar a comprender lo que está provisto de una gran lógica, que por lo demás es fácilmente comprobable.  Y es el hecho de que la felicidad no depende de nada exterior a nosotros sino que nuestro mismo ser es la fuente que la genera. Más exacto sería decir que él es la propia felicidad, la paz y la plenitud que siempre buscamos fuera.

La explicación que de esto podemos dar es bien sencilla si recordamos y tenemos en cuenta que lo que somos, nuestra esencia, no es otra cosa que la presencia del ser de Dios en nosotros como foco de la conciencia individual que es nuestra alma. Pues bien, esa presencia que es la plenitud en sí misma, perfecta y llena de cuanto la divinidad es, tiene la cualidad inherente de ser la generadora de la alegría y la paz, del amor y la sabiduría, la energía y el poder que siempre todos quisimos conquistar.

Esta es la verdad tan olvidada, además de regateada por nuestro empeño insistente de querer encontrar todo lo anterior en cantidad de cosas, objetos, propiedades, circunstancias y personas a las que queremos poseer bajo el pretexto de que ellas son, al revés de lo que estamos diciendo, la fuente de la felicidad; y eso sin importarnos demasiado la enormidad de veces en que, por este deseo, lo que hemos recogido ha sido frustración, desencanto y sufrimiento. Por varias razones: la primera por el carácter perecedero e impermanente de todas ellas, la segunda porque no siempre se adecúan a nuestras demandas, y la tercera porque ninguna es fuente de felicidad sino medios a través de los cuales expresamos y sacamos desde dentro de nosotros esa felicidad que sí es nuestra.


Pero llega el momento en que nuestros ojos se abren y podemos ver que cuanto de esencial buscábamos como es nuestra alegría de ser y vivir o de experimentar una existencia plena no va ligado a nada fuera de nosotros sino a un foco interior que lo produce y que no es otro que el centro y corazón de nuestra alma, espacio donde nuestro ser esencial brilla y resplandece con luz, amor y energía propias. Magnífico descubrimiento cuando de verdad se hace y que centra cualquier vía o camino hacia la felicidad en el interior de nosotros mismos. Allí, en ese interior existe y encontramos una mina de Oro real, la única que nos sacará de toda escasez y pobreza, una Fuente, que a diferencia de todas las demás sí que es capaz de saciar y calmar la sed que como caminantes desde la eternidad teníamos, y un Manantial, que a diferencia de todos los otros nunca se agota en sus posibilidades de ofrecernos caminos de creatividad y de generación de nuevos mundos y horizontes de divinidad. Ahí es donde hay que ir cada vez que la tristeza, la congoja o la desilusión nos aprieten, seguros de que nunca seremos defraudados y de que la riqueza y la felicidad que allí encontremos será el mejor regalo que podamos ofrecer al mundo y a los demás, entre otras cosas porque estará señalando algo que es común en todos y para todos: que el principio de transformación, crecimiento y evolución pasa por nuestro interior.

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