Y en uno de esos movimientos que forman el inicio de
cada existencia
El alma de unos y de otros se propone realizar el perfil de un
dibujo o figura determinados.
Todas nuestras acciones consciente o
inconscientemente nos conducen a él.
Con mayores o menores obstáculos, en circunstancias simples,
complejas o dramáticas,
Dependiendo del trabajo que se tenga que hacer,
nuestras resistencias y evolución.
Eso hace que unas vidas resulten fáciles mientras que
otras sean más tortuosas.
Mientras no descubrimos el sentido de todas nuestras
experiencias y comprensiones
La existencia, más o menos placentera, agitada o
tranquila, importante o anodina,
Nos puede resultar casual, fortuita, fatal,
ininteligible y a veces hasta absurda.
Pero nada es así. Toda vida es completa en sí misma
y construye un perfecto personaje
Que, junto con otros, da lugar a un inmenso tapiz
inabarcable y maravilloso.
Cuando uno ve esto y lo comprende con los ojos del
alma todo ya es más fácil,
Y, desde entonces, uno puede actuar consciente de su obrar y de lo que aporta,
Del mismo modo que, también, asume el significado de
los demás personajes,
Debajo de todos los cuales sólo ve ya almas bellas y
seres luminosos.
Al saber todo esto, no con la cabeza sino con el
corazón el Amor se abre y expande,
La compasión se hace presente en nuestra mirada y en
nuestro obrar,
Y, sin distinciones, se hace evidente que toda
manifestación es sagrada
E igual de valiosa e importante como necesaria para
que el Gran Tapiz se plasme.
Y se ve, de forma meridianamente clara, algo inmenso
y trascendente:
Que yo soy porque tú eres y que más allá de mí
mismo, como Cayetano Arroyo decía,
También soy Yo. Aquel que de verdad descubre esta
verdad, ya ha despertado.
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