No existe persona que esté viviendo fuera de su tiempo,
circunstancia y espacio,
Ni experiencia carente de significado o sentido para
quien la vive. Aunque lo ignore.
Todo sucede en el momento, la forma y manifestación
perfecta que uno necesita.
Nada de cuanto se experimenta sobra, aunque siempre
haya otras alternativas.
La casualidad no existe en una realidad que se sustenta
sobre la sabiduría y el amor.
Sobre todo lo anterior pivota y se realiza el plan y
el propósito de cada alma.
Pensar o creer de alguien, que es o que vive siendo
víctima de la injusticia del mundo,
De la maldad ajena, de cierto tipo de fatalidad o,
por el contrario,
Como bendecido por alguna diosa fortuna que actúa de
forma indiscriminada y parcial,
Favoreciendo a unos con toda clase de bienes que a
otros niega caprichosamente,
Significa ignorar el sentido profundo, inteligente, y
dinámico de cada existencia.
El respeto y la compasión que uno pueda sentir por
quien sufre o vive en la desgracia,
No excluye el reconocimiento de que todos vivimos aquello
que necesitamos
Para crecer, evolucionar y despertar como almas al
ser divino que somos.
Esto no puede ser comprendido por quien ve al ser
humano como una máquina
O como el producto de fuerzas ciegas de las cuales
somos fatalmente víctimas.
Lo cierto, es que nadie puede suplantar, sustituir o
evitar la experiencia
Que cada cual tenemos que vivir como parte de un
proceso individual y único.
Esta óptica dignifica y eleva toda existencia, así
como anula el valor de nuestros juicios;
Pues no es el papel, la interpretación o el
personaje que cada uno pone en escena
Lo que nos define, sino el nivel real de nuestra
alma, su evolución y conciencia,
Así como lo que contribuye al crecimiento y
despertar de los demás.
No obstante, nuestro ser está más allá de cualquier calificación.
Somos Luz Radiante.
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