Hablamos frecuentemente de él, en contraposición al
yo que se supone inferior.
Uno piensa que esta distinción se debe a la importancia
que aquel tiene sobre este otro,
Pero tiene que ver también con la localización y en
donde se experimenta,
Por lo menos al principio, que es justo en la parte
superior de la cabeza,
Desde donde se siente descender hasta ir poco a poco
llenándonos de su propio efluvio.
Su espacio, si es que se puede llamar así es el de
la sobre-mente,
Porque es al situarnos más allá de la mente donde lo
experimentamos.
Su cualidad, que nos llega al abrirnos a él nos va llenando
como a través de un canal
Suave, de luz y de gozo, proveniente de la fuente de
la que dimana.
Y al focalizarnos en él vemos cómo nos vamos sintiendo
más y más en su seno,
En ese ámbito de pura luz y de puro gozo que parece
absorvernos y sobrepasarnos.
Entonces nos adentramos allí hasta darnos cuenta de
que eso es lo que somos
En ese nivel al que hemos llamado superior y del que
solemos vivir desconectados.
La paz que se experimenta, como esa bienaventuranza
y dicha no son psicológicas
A diferencia de lo que ocurre en el nivel de la
mente, ni físicas como en el cuerpo,
Sino que eso mismo es la conciencia de ser como paz,
luz y gozo en sí mismos.
Esta dimensión de nosotros, no relativa, ni
circunstancial no es que la tenemos
Sino que la somos, y ella es el núcleo focal del que
se alimenta nuestra alma,
Y desde donde emana nuestra sabiduría, amor y poder
que crece y manifestamos.
Ese núcleo es el ser esencial, expresión a su vez
del Ser Uno o Totalidad de Dios.
Si nuestra identificación más superficial estuvo en
el cuerpo y la mente,
En el paso siguiente lo que nos toca es recuperar
nuestro verdadero Yo,
Este Yo Superior cuya luz, felicidad, amor,
conciencia y energía no tienen fin.
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