martes, 31 de enero de 2017

¿ESPIRITUALIDAD SIN RELIGIÓN?

      Actualmente se estima que en el mundo existen unas 4200 religiones vivas, entre ellas las más numerosas y representativas son cinco: budismo, cristianismo, judaísmo, hinduismo e islamismo. Todas ellas en general pretenden ofrecer respuestas al ser humano sobre las cuestiones fundamentales como quienes somos, nuestro origen y destino, el propósito de la vida, el bien y el mal, el pecado, la causa y fin del sufrimiento, el camino hacia la felicidad, la muerte, la salvación y el más allá.

Una religión, -estamos pensando básicamente al escribir esto en la católica, aunque en lo sustancial se puede hacer extensible a todas las demás-, se  organiza y estructura en torno a una batería de creencias y dogmas que sus seguidores o fieles tienen que seguir y acatar. Esto les garantiza una clase de salvación después del paso por esta vida. Tiene una jerarquía de autoridades, la principal de las cuales ostenta el poder máximo en la figura de un jefe espiritual, primado o papa, que se va pasando de unos a otros por vía directa desde su fundación. Ellos son los encargados de conservar, vigilar y controlar la ortodoxia de la misma, la cual se sustenta sobre un armazón teológico y doctrinario, por lo general muy completo y desarrollado, de escritos que lo que hacen es interpretar las supuestas verdades fundamentales que se consideran de origen divino o reveladas por Dios. Suelen tener un libro donde se recogen las enseñanzas y mensajes revelados, como por ejemplo la Biblia, el Corán... Y cada una de ellas tiene su particular liturgia de gestos, ritos, sacramentos y prácticas que ayudan a sus feligreses a conectarse con lo sagrado.

Las religiones, en realidad, son interpretaciones de lo sagrado y de lo que sus fundadores o seguidores consideran la voz  y la palabra de Dios. Pero sólo eso, es decir interpretaciones, transmisiones mediatizadas, y no más que eso, aunque para algunos puedan tener un valor superior o incluso único. Digo que sólo eso, porque Dios o como quiera que se le llame, Lo Real, El Ser, Alá, El Tao, Brahma, etc.. no se puede encajonar, concretar ni reducir a nada puesto que todo lo trasciende y supera, y, por lo tanto, decir de algo o de alguien que es, manifiesta, posee o dice “su palabra” no deja de ser un sinsentido, un atrevimiento e incluso una aberración. No existe tal cosa como la palabra, la voluntad o la obra de Dios. Dios es el Todo, Lo Uno. Otra cosa muy distinta es que existan, como los hay, niveles de comprensión, discernimiento y conciencia más o menos elevados, más o menos universales,  y también más o menos condicionados por elementos culturales, sociológicos o egóticos del ser humano que transmitan ciertas verdades que apunten y señalen a realidades de tipo espiritual. Eso en alguna medida existe en cada una de las religiones y, cómo no, en otras partes. Todo lo demás es humano, muy humano.

No podemos ni queremos negar el valor que las religiones han tenido y tienen  para el ser humano que a través de ellas han canalizado sus ansias de trascendencia y por lo tanto su anhelo espiritual; así como hay que reconocer también sus grandes contribuciones humanitarias, culturales, ideológicas y de integración social a lo largo de la historia. Han sido y son, aún para muchos, un refugio auténtico que calma parte del sufrimiento y dolor que se vive en el mundo, a la vez que ofrecen un valioso bagaje de esperanza y de sentido para quienes agotados por las falsas esperanzas del materialismo aspiran a algo permanente y realmente liberador para sus mentes cansadas y espíritus hambrientos de eternidad. Aunque hay que añadir también que cada religión tiene en su haber su particular cúmulo de sombras debido a sus propias tensiones, manipulaciones, desviaciones y errores que en no pocas ocasiones han llevado a enfrentamientos, guerras, condenas y, por lo tanto, más sufrimiento para los humanos, tal y como la historia más o menos reciente nos muestra.

Pero dicho todo lo cual y sin ninguna pretensión, ni mucho menos, de quitarle a nadie la base religiosa sobre la que se apoya si es en ella donde ha encontrado su camino y la luz que necesitaba, creo no obstante que sí es importante y necesario constatar y decir sobre el hecho muy real y no menos valioso por lo que a los seres humanos representa, de que existen muchos hombres y mujeres que ya no necesitan ni buscan la religión para vivir en plenitud su espiritualidad y sus aspiraciones de trascendencia. Lo que ya de entrada nos permite establecer una clara línea divisoria, que no tiene porqué necesariamente existir, pero que sí que se da entre lo que es la religión y lo que es la espiritualidad. Esto es un hecho verificable y hoy muy frecuente, además de muy significativo, que además lleva camino de aumentar en el futuro.
Es significativo, en el sentido de que apunta al despertar cada vez más patente y presente en la conciencia de sí de cada uno de su propia espiritualidad, es decir de la conexión interior sentida con su alma y la trascendencia, digamos que con lo superior y divino. Esto, que es lo fundamental en la experiencia religiosa, -“religare”, unirnos con lo que somos-, ha desplazado todo el peso       que antes tenían iglesias y religiones a caminos más libres y autónomos descargados de dogmas, morales prefabricadas y autoridades protectoras con capacidad para salvar o condenar, juzgar o decidir entre el bien y el mal, lo que es y lo que no es sobre lo sagrado y lo profano.

Creo que esto representa un paso importante evolutivo en la humanidad que soltando las religiones se abre al espíritu que anida y late en el propio corazón y que es nuestra verdadera esencia, para dejarse guiar por él y desde él vivir, libre de tanta coraza externa y de tanto dirigismo que no hacían otra cosa que infantilizar a la humanidad. Dios ya no es un hecho externo o separado de nosotros mismos, nada existe fuera de Él, todo está entrelazado e interconectado. El Espíritu no es algo allí, sino aquí, y en todo, como algo siempre presente, como una totalidad en un eterno ahora.

No sabemos cuál será el futuro exacto de las religiones, pero seguro que estas irán parejas al crecimiento y evolución de la humanidad. Y si esto es así como creo, la religión externa que conocemos tenderá a desaparecer en favor de un ser humano más enraizado en su alma y en su ser y por lo tanto libre de ese tipo de estructuras y dogmas, de moral y de normas aunque, contrariamente a lo que pudiera parecer o interpretarse, más alineado con el verdadero amor, la verdadera sabiduría y el verdadero poder que en lugar de frustrar o competir con el amor, la sabiduría y el poder de los demás lo potenciarán en lo que suponemos que será una sociedad de seres más libres y con una conciencia realmente espiritual.
  
Como confirmación de estos nuevos aires que ya empujan con fuerza desde dentro, en el corazón de muchas personas, he aquí las palabras que leí hace unos años del escritor  Sanchez Dragó en las que decía: “creo que las iglesias en general han cubierto una función de intermediarias entre los seres humanos y el espíritu en un determinado momento de la historia de la evolución de la humanidad. Pero ahora, en la medida en que la humanidad ha ido creciendo, ha ido desarrollándose, se ha echado a andar por sí misma. Actualmente, hay muchas personas en todo el mundo que para entrar en contacto con el espíritu no necesitan de esos intermediarios que son las iglesias, las liturgias, los sacerdotes, etc. Y eso va a seguir creciendo más.  Estoy convencido de que en un futuro,…,desde luego no muy lejano, todas las iglesias van a dejar de existir porque el hombre tendrá su propia iglesia, tendrá una comunicación personal con Dios desde su propio templo que es el corazón, que es su interior, que es la conciencia” (Nº 117, revista “Más allá de la ciencia”. año 1998).

Palabras que se complementan muy bien con las del también escritor y filósofo Fco. Lopez Seivane el cual dice que: “mientras el ser humano no acepte la responsabilidad de la búsqueda personal, mientras necesite la tutela de una institución, mientras se halle dispuesto a “aceptar lo que no sabe”, no puede hablarse de un hombre o mujer espiritual, sino de un feligrés, un seguidor, una persona religiosa refugiada en la confortable seguridad de la masa, fortalecida por la compañía de muchos, limitada a aceptar lo que le digan y a conformar su conducta según le impongan”. Creo que en lo fundamental ya está todo dicho. Ahora el Silencio y desde él el futuro tienen la palabra.


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