Y no verlo, independientemente de la interpretación
que haga de su vida y obras.
Las valoraciones humanas de Jesús, en el sentido que
sea, reflejan nuestra humanidad.
Políticos, filántropos, revolucionarios, activistas,
religiosos, agnósticos, ateos
Y todo tipo de gente ha hecho su particular
valoración de Jesús,
Aquella que les aporta mayor respaldo a sus valores, necesidades e intencionalidad.
Aquella que les aporta mayor respaldo a sus valores, necesidades e intencionalidad.
Pero lo que él es y representa
es de otro orden y nivel: el que eleva a la humanidad.
El valor de Jesús que más nos transforma es el de
haberse convertido en Cristo
Y en haber dicho, además, que su camino puede ser, si lo deseamos, también el nuestro.
Jesús, un ser humano como nosotros, que se
transformó en Dios en él, esto es ser Cristo.
Su principal ejemplo: haber realizado la unidad de
conciencia con Dios,
O sea: despertar a su realidad de Hijo de Dios, no
exclusivo sino posible y real para todos.
El Amor del que hablaba y su identificación con
todos (“lo que hagáis a otro
A mí me lo hacéis) es consecuencia de haber
despertado al Dios Uno en él.
Y el Dios Uno en todos es la fuente real de
hermandad, de la unidad de todos en Dios,
Lo cual hace posible la expresión de que “más allá de mí
mismo también soy yo”.
Pero esto molesta y escandaliza, pues toca el orgullo más
separador y exclusivo del ego.
Jesús no sólo reconoció en él la unidad con el Padre
(con la Fuente original)
Que lo convertía también a él en Fuente, sino que
dijo que eso es la realidad de todos.
Pero los egos se inquietan con esto, y prefieren vivir
con sus cuitas y migajas.
La resonancia de nuestro ser con el ser de Cristo,
que es la realidad despierta de Jesús
Abre el camino del despertar y nos acerca al
reconocimiento de nuestro ser crístico.
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