El que nos llega y creamos, del que huimos o al que
deseamos, amamos u odiamos,
Ese mundo, sin darnos cuenta, nos va absorbiendo y
chupando la identidad
Al volcar y proyectar nuestra atención y nuestra
conciencia absolutamente sobre él.
El resultado es el que experimentamos tantas veces y
de forma tan variada:
Miedos, obsesiones, inseguridades, dudas, enfados,
celos, envidias, agresividad,
Y múltiples estados emocionales y mentales que sólo
producen dolor y sufrimiento.
Entonces, ante todas esas adversidades, el recurso
que más se utiliza es la huida,
Que, bajo muchas maneras distintas, pueda rebajar la
incomodidad de cada situación.
De ese modo, la comida, el sexo, el trabajo, el
poder, el victimismo, distracciones mil,
Así como proyectar fuera, contra los otros, lo que
nos pasa,
Y un sinnúmero de variadas adicciones o formas
compulsivas de vivir,
Se convierten en recursos que, lejos de solucionar
las causas del sufrimiento,
Lo que hacen es alejarnos todavía más de nosotros y
de la fuente real de solución.
La alternativa sanadora, la que nos va a aportar la
paz que necesitamos,
No se halla en absoluto fuera de nosotros, sino que
pasa por nuestro interior.
Y ahí nace la importancia de la soledad, de aprender
a estar con nosotros mismos,
Desde donde sentir y observar todo sufrimiento que
nos aborde, sea cual sea;
Y, de ese modo, dejándolo salir, a veces con la
angustia que esto supone,
Vaciar poco a poco toda esa bolsa de películas, diálogos,
emociones y sentimientos
Que coparon nuestra mente hasta convertirnos, también
en todo eso, a nosotros mismos.
No hay duda: sólo en el silencio de la soledad y con
la observación presente,
Nos podemos liberar de ello y sólo así reconectaremos
con nuestra identidad real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario