martes, 24 de enero de 2017

EL ALMA DE LAS COSAS (I)

El materialismo, que siempre basó el valor de sus apreciaciones en el testimonio ofrecido por los cinco sentidos como garantía de verdad y de realidad, cada vez más y como resultado de los avances de la nueva ciencia (Einstein, Planck, Schrödinger, Laszlo, Pribram, Sheldrake, Bohm, Gostwami, etc…) y de los muchos testimonios que tienen que ver con la expansión de conciencia (experiencias cercanas a la muerte, telepatía, desdoblamiento astral, percepción extrasensorial, etc.) empieza a resultar una especie de ejército derrotado y en retirada. Su solidez hace agua por muchas partes.
Porque el fundamento de la materia es menos material de lo que se creía y todo sugiere para los científicos abiertos la existencia de un nivel “previo” en el que ya no encaja la idea de materia. Nosotros a eso le llamamos Espíritu, que es el verdadero motor, fundamento, origen, causa y sentido de todo.
Lo que les da consistencia y continuidad a los cuerpos es su “alma”, que es esa instancia “anterior”, espiritual o cuántica si se le quiere llamar así, que les da vida, configura o anima. El alma de las cosas es su verdadera realidad, de la que la otra, la captada por los sentidos físicos, la material es su contraparte externa, algo así como su doble, la réplica condensada que le permite funcionar, ser localizada y cumplir en el mundo físico y tridimensional el papel para el que fue concebida y creada. La verdadera alma de las cosas es, pues, la consciencia, el pensamiento, la voluntad y el deseo que habiéndolas creado las mantiene existiendo. Todo tiene un alma y esa alma transpira, nos llega, resuena con nosotros que somos, a la vez también almas. El alma del Cosmos es Dios, igual que nuestro cuerpo tiene su alma que es la conciencia individual que nos constituye.
El universo tiene un alma, las estrellas tienen un alma, la estructura de los minerales tienen un alma, las moléculas de agua también la tienen, y así le ocurre a todo cuanto existe. Aparentemente las cosas parecen constituidas por “materia muerta”, pero no es así, la materia muerta como tal no existe, todo es vida, y sólo una ilusión errónea, que nos impide captar el fondo de la realidad, nos hace pensar de esa manera. El agua está viva y reacciona ante nuestros pensamientos, un copo de nieve también, y lo mismo le pasa a una planta.

Todo es un hervidero de vida y conciencia organizadas de infinitas maneras, vida más o menos consciente, más o menos despierta, más o menos patente, aunque existan ciertas cosas, -las que consideramos más materiales-, una roca por ejemplo o un trozo de madera, de las que nos resulta aún difícil percibirlo y creerlo, pero tienen su alma que es la que les da aliento para ser lo que son. Para los místicos esto siempre fue evidente, aunque de hecho, también existen experimentos muy notables que demuestran o sugieren que esto es así, como es el caso de los siguientes dos ejemplos que en el apartado siguiente presentamos.

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