viernes, 20 de enero de 2017

LA REVOLUCIÓN DE VIVIRNOS COMO ALMAS

Que tenemos un cuerpo es más que evidente. Algunos hasta piensan que eso es lo que son.
Otros, en cambio, piensan que son básicamente su cerebro y que la mente lo rige todo.
Muchos también creen que tienen un alma, y que de algún modo su futuro va ligado a ella.
Pero, por lo general, todos ellos se comportan y viven como fieles seguidores de sus pensamientos,
con independencia de que sean más o menos elevados, y más o menos simples o complejos.
Su personalidad dominante es la racional con tintes desigualmente repartidos de emocionalidad y de sentimientos. 
También podríamos clasificarla como psicológica.
La personalidad así entendida se rige generalmente por criterios muy funcionales y también de ética universal, o ligada a la moral de la creencia o tradición dentro de la que se encuentran.

El paso que evolutivamente es muy decisivo se da cuando las personas pasamos de vernos como seres mentales a percibirnos y sentirnos sustancialmente como almas. A partir de entonces nuestra vida adquiere un giro radical, porque cuando esto ocurre empezamos a conectar con un nuevo guía
y maestro para nuestras vidas, nuestra propia alma, que hasta entonces no era percibida como tal ya que su voz se confundía con la de nuestras emociones, pensamientos y sentires. En esta nueva fase en nuestras vidas, si es que se da, conectamos con toda la sabiduría que nuestra alma ha ido acumulando existencia tras existencia, además de que también nos damos cuenta de cual es el verdadero propósito de nuestras vidas y de lo que constituye y nos da nuestro verdadero sentido. Nuestra vida ya no será más la que era, pues se estructura en adelante alrededor de lo que de verdad somos y hacia donde en realidad vamos.

Lo más precioso de esta nueva etapa consiste en que ya no tendremos que buscar fuera más "señores a los que servir", porque nuestro único señor será nuestra propia alma, que en su núcleo más esencial siempre fue un reflejo transparente y perfecto de nuestro ser divino. Teniendo así a nuestra alma como la estrella Polar que todo buen navegante necesita nuestra vida sólo desarrollará en sí misma los valores más elevados de Dios en nosotros: Amor-gozo, inteligencia-sabiduría y energía-poder, presididos por la Conciencia siempre presente que está más allá de todo cambio y evolución.
Y esto es lo que aportaremos también hacia el mundo que nos rodea y hacia los demás.







































No hay comentarios:

Publicar un comentario