domingo, 8 de enero de 2017

HASTA NO VER CUERPOS, SINO ALMAS.

Alguien habla con nosotros, su rostro curtido por el paso del tiempo
Delata las luchas que ha tenido que sostener a lo largo de los años, en muchos frentes.
Está cansado, tiene abundantes arrugas y es muy mayor. Habla poco, sólo lo necesario.
Y detrás de su mirada se esconde una mezcla de nostalgia, tristeza y calmada esperanza,
Esta última hace que nos trasmita una entrañable y afectuosa sonrisa.
El cuerpo, más bien diminuto, se mueve lentamente, se para de cuando en cuando,
Y su vitalidad ahora contrasta con la de unos jóvenes que se cruzan a nuestro paso.
Sus ojos y los míos se encuentran mientras una ola de misterio nos cobija.

Ya no veo al anciano fatigoso, ni al cuerpo débil que ha de conquistar cada movimiento,
En su lugar se me aparece todo un cuerpo de luz dorada, más vivo que la vida misma,
Allí está él, ante mí, en su esplendor radiante, en toda su presencia,
Con la sonrisa más expansiva, brillante y pletórica que jamás había visto.
Su alma y la mía están ahora la una frente a la otra compartiendo el gozo del instante.
Y ambos, con una decisión no expresada aunque compartida, iniciamos un movimiento
Hacia el reino de las infinitas posibilidades, sin esfuerzo alguno,
Sabiendo que todo está en nosotros y todo lo somos. No sería posible describirlo.

De nuevo, nuestras miradas se vuelven a entrecruzar y nos sonreímos,
Ya no lo vuelvo a ver igual, ahora sólo percibo el halo dorado que lo envuelve
Mientras, siento cómo mi alma se llena de regocijo. Mi antiguo ver se ha transformado,
Y lo que pensaba que era la realidad se ha deshecho en mis manos como un azucarillo.
El anciano se ha levantado de la silla y se ha puesto andar, yo lo sigo muy atento,
En cada paso se le ve más nítido, gira la mirada hacia mí y afectuosamente me despide,

Hasta que poco a poco lo veo fundirse allá a lo lejos en la inmensa luz que lo arropa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario