Esta pregunta que aparentemente resulta tan difícil
de responder de forma satisfactoria,
Necesita previamente que se aclare de qué tipo de
Dios estamos hablando,
Porque, es evidente para una mente racional y culta
que es absurdo y descabellado
Compatibilizar la idea de un Dios infinitamente
bueno y sabio con el mal, y es así.
Pero las cosas pueden empezar a verse más claras,
cuando lo señalado como Dios
Ya no es entendido como algo distinto o separado de
los demás seres
Y, por lo tanto, la imagen de un “Dios allá” frente
a un “nosotros aquí” desaparece.
Entonces, ya no podemos decir aquello de que Dios nos hace tal o cual cosa,
Sino que los seres implicados en la Totalidad Dios
hacen o nos hacemos esto o lo otro.
Ahora, pues, la pregunta que cabría hacernos no es
la que encabeza este escrito
Sino la de: ¿por qué los seres humanos en particular
creamos o posibilitamos el mal?
Pregunta lógica desde todos los ángulos si se acepta,
como aquí hacemos,
Que todo ser, y el humano de manera privilegiada,
elige la realidad que quiere vivir,
Porque somos modos del ser de Dios y, por lo tanto,
creadores de mundos y realidades.
Entonces, si hay razones por las que libremente decidimos
vivir estas experiencias,
No es difícil concluir con que también podemos
decidir la vida en un mundo alternativo.
La elección está, pues, en nuestras manos: si de
verdad queremos superar y salir
De esta existencia sufriente podemos dejar de creer
ya en ella, y, en su lugar,
Optar por un mundo nuevo de seres despiertos, no
esclavos de dioses imaginarios
Y libres de los malos sueños a los que un ego irreal
nos había sometido.
El problema del mal en el mundo no es, por lo tanto,
un problema que achacar
A ningún Dios inventado por la mente humana, sino
que es nuestro problema.
Nuestra conciencia lo creó, del mismo modo que ella
será la que nos libre de él.
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